27 de abril de 2022
La guerra de Ucrania ya se ha
internacionalizado por completo. En realidad nunca ha sido del todo un
conflicto bélico entre sólo dos contendientes. La guerra moderna no se libra
solamente con medios militares ni únicamente sobre el terreno. Los recursos
políticos, económicos y de información, inteligencia y propaganda son cada vez
más determinantes.
Ucrania no lucha sola, pese a las
reclamaciones continuas del presidente Zelensky, por lógicas y comprensibles
que sean. Pese a la diferencia abismal aparente de los ejércitos de ambas
partes, Ucrania no sólo se ha beneficiado de los errores tácticos del mando
militar, la supuesta falta de motivación de los soldados o los errores
logísticos de Rusia. A estas alturas es imposible negar, salvo por motivaciones
propagandísticas, que la intensidad, amplitud y variedad del apoyo occidental a
Ucrania constituyen claramente una participación decisiva en la guerra ( ). Estas
son las distintas categorías de la ayuda occidental:
1) INTELIGENCIA. El ejército
ucraniano ha contado desde el principio con la ayuda muy precisa de la
inteligencia occidental (fundamentalmente de Estados Unidos), lo que le ha
permitido anticipar los movimientos de la fuerza expedicionaria rusa, detectar
de forma temprana sus debilidades y planificar mejor defensas y contraataques. En
conversaciones privadas (y a veces incluso públicas, con la obligada
discreción), los mandos militares de la OTAN no esconden la importancia de este
factor en el desarrollo de la guerra.
2) ARMAMENTO. A esto se añade,
contra la narrativa dominante en los medios menos objetivos, un apoyo exterior
en armamento, que ha sido incremental en cantidad, pero sobre todo en calidad.
La brecha tecnológica de las máquinas bélicas que está recibiendo Ucrania en
las últimas semanas está supliendo poco a poco la inferioridad numérica con que
afrontó el inicio de los combates.
La cautela de las primeras
semanas era, a la vista de lo ocurrido después, más táctica que estratégica. No
se quería provocar a Rusia con una involucración directa, se decía en las
capitales occidentales o en la OTAN. El desencuentro con Polonia sobre la
propuesta de envío de los Mig-29 de fabricación soviética con que cuentan los
países del Este europeo fue quizás el mejor ejemplo de ese prudencia frente al
riesgo de una extensión del conflicto (2). Mientras se desarrollaba este
debate, el goteo de armamento crucial para detener la ofensiva blindada de
Rusia continuaba incesantemente, en menor cantidad y con más lentitud de lo que
hubiera querido Zelensky, pero con una intensidad que sólo justifican sus
quejas como una forma de presionar a sus aliados no formales pero si fácticos (3).
Es evidente que el giro que se
produce en la guerra tras los primeros diez días, con el atasco del avance
ruso, animó a soltar amarras en la participación militar subrogada de las
potencias occidentales en favor de la resistencia ucraniana.
Solo Estados Unidos ha destinado
1.600 millones de dólares suplementarios en rearmar al ejército ucraniano desde
el comienzo de la guerra. Los misiles anticarro Javelin han sido decisivos
en el freno de la ofensiva rusa; a los que hay añadir otras armas antitanque ligeras,
de uso individual, proporcionadas por distintos países de la OTAN. En marcha se
encuentran también las baterías artilleras de obuses remolcados Howitzer.
Hasta Alemania, reticente durante muchas semanas, se ha decidido a enviar sistemas
antiaéreos. Distintos especialistas militares coinciden en señalar que esta
panoplia creciente ha resultado mucho más decisiva que la valentía o el coraje
de los combatientes locales.
3) ENTRENAMIENTO Y CAPACITACIÓN. Otro
elemento del que se ha hablado menos ha sido el apoyo previo que Ucrania ha
recibido de Occidente para mejorar su capacidad de combate ante el riesgo de
una invasión. Desde el fiasco de Crimea, las fuerzas armadas ucranianas han
recibido de la OTAN un intenso y extenso entrenamiento y una novedosa capacitación,
a partir del conocimiento propio de las doctrinas de actuación rusa, que no han
variado sustancialmente desde la era soviética (4).
4) MÁXIMA PRESIÓN ECONÓMICA. También
se ha debatido mucho si el acogotamiento de la economía rusa podría terminar
por bloquear el esfuerzo bélico del Kremlin y favorecer un estimulo negociador.
Es un dilema difícil de resolver. Los ejemplos históricos nos demuestran que
las sanciones hacen mucho daño a las poblaciones, pero no siempre ponen de
rodillas a las autocracias. El ejemplo más reciente es el de Irán.
Aunque la maquinaria militar de
Rusia no sufrirá de inmediato por el aislamiento económico que le ha impuesto
Occidente como castigo a su agresión, es innegable que las sanciones
constituyen una forma de guerra muy dañina a medio y largo plazo. Ni siquiera
un eventual acuerdo para acabar a la guerra acarreará el levantamiento de las
sanciones. Por el contrario, éstas pueden convertirse en una herramienta de
presión para arrancar concesiones al Kremlin, como ya están proponiendo algunos
analistas desde think-tanks e instituciones de análisis y planificación
(5).
La conjunción de todos estos
recursos han amplificado los errores y defectos de planificación y ejecución
del ejército ruso. Pero todavía resulta imposible establecer qué es lo que más
ha pesado en la prolongación de una campaña que seguramente Putin había
previsto más corta o menos penosa, en pérdidas humanas (15.000 muertos, según
algunas fuentes, no del Kremlin) y en prestigio militar y político.
5) ESTRATEGIA A LARGO PLAZO. Pero
actualmente, lo que convierte esta guerra formalmente bilateral y desigual al
principio en un conflicto internacional y más equilibrado en estos momentos es
el aparente cambio de estrategia de Estados Unidos (6) y de algunos de sus
socios occidentales (Reino Unido y los estados europeos más cercanos a Rusia). La
reunión militar de 40 países esta semana en la base norteamericana de Ramstein
(Alemania), bajo el liderazgo del Secretario de Defensa, Lloyd Austin, marca
una nueva fase de la involucración de en la guerra. Como el propio Austin dijo,
“ahora se trata de debilitar a Rusia para que no pueda repetir una agresión”
como la infligida a Ucrania (7). Desde círculos próximos a los lobbies
de la industria militar se apuntan ya las armas que podría recibir Kiev más
pronto que tarde, por ejemplo, los drones llamados kamikazes, más versátiles y
destructivos que los turcos (8). Otro elemento de presión podría ser el
estímulo de movimientos de protesta y operaciones encubiertas de
desestabilización dentro de Rusia y en los países vecinos afines, como sugieren
algunos veteranos de la CIA (9).
El objetivo de toda esta
reorientación no es poco ambicioso: prolongar la guerra hasta que resulte
insoportable para Moscú y obligue a Putin a considerar una retirada de Ucrania
sin cumplir siquiera los objetivos mínimos, es decir, el control de todo el
este (Donbás) y sureste del país. Lo que equivaldría a una derrota. Esta recalibración
estratégica plantea aún serios problemas. No es probable que Putin pueda
aceptar una conclusión catastrófica de su “aventura ucraniana”, porque su propia
estabilidad en el Kremlin se vería seriamente cuestionada. No sería prudente
poner al presidente ruso entre la espada y la pared, por el riesgo de una
escalada que podría conducir al empleo del arma nuclear. A día de hoy, este
riesgo parece bajo o muy bajo (10 ). Pero no nulo. De ahí que la involucración de
Estados Unidos y de sus principales aliados en la guerra, aunque sea cada día más
profunda, siga una estudiada pauta de contención.
NOTAS
(1) “Sommes-nous
déjà en guerre? Mais comment définit-on la guerre en 2022? SILVIE
KAUFFMANN. LE MONDE, 9 de marzo.
(2) “Ukraine wants NATO jets. Biden says not yet”. AMY
MCKINNON, FOREIGN POLICY, 9 de marzo.
(3) “Guerre
en Ukraine: les armes qui ont fait la difference”. ELISE
VINCENT. LE MONDE, 8
de abril; “Le drone
turc qui galvanise la resistance ukranienne”. JEAN-PIERRE
FILIU. LE MONDE, 3 de abril; “The West finally start rolling out the big guns for
Ukraine”. FOREIGN POLICY, 15 de abril; “What to know about the role that
Javelin anti tank missiles could play in Ukraine’fight against Russia”. WASHINGTON
POST, 13 de marzo; “Ukraine is wrecking Russian tanks with a gift
from Britain”. NEW YORK TIMES, 18 de marzo;
(4) “The secret of the Ukraine’s military success: years
of NATO training”. WALL STREET JOURNAL, 20 de abril.
(5) “The sanctions war is just beginning”. RICHARD
NEPHEW. FOREIGN AFFAIRS, 31 de marzo;
(6) U.S. allies plan for long-term isolation of
Russia. A new strategy would mark a return to containment after years of
seeking cooperation an coexistence with Moscow”. KAREN DE YOUNG y MICHAEL
BIRNBAUM. THE WASHINGTON POST, 17 de abril.
(7) “Behing Austin’s call for a ‘weakened’ Russia, hint of a shift. DAVID SANGER. THE NEW YORK
TIMES, 25 de abril.
(8) “Ukraine needs a whole lot of deadly drones.
Kamikaze swarms can overwhelm Russian defenses”. CHRISTOPHER BRONK y GABRIEL B.
COLLINS. FOREIGN POLICY, 13 de abril.
(9) “A shadow war against Putin”. DOUGLAS LONDON. FOREIGN
AFFAIRS, 11 de abril.
(10 ) “Why the war in Ukraine won’t go nuclear”. GIDEON
ROSE. FOREIGN AFFAIRS, 25 de abril.
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