8 de noviembre de 2023
Cumplido un mes desde el inicio
del asalto del ejército israelí sobre Gaza, el número de muertos supera ya los
diez mil (más de cuatro mil, niños) los heridos y enfermos sin atender se
cuentan por millares y la amenaza de desnutrición, deshidratación y agotamiento
alcanza a la práctica totalidad de los dos millones de habitantes. Una
calamidad sin paliativos, que nadie puede o quiere parar. La actividad
diplomática y política se ha mostrado, en el mejor de los casos, impotente; no
sería exagerado calificarla de hipócrita, cínica o incluso cómplice.
La aniquilación de Gaza es, en
realidad, una suma de imposturas, en el sentido literal del término; es decir,
un fingimiento o argucia engañosa bajo una apariencia de verdad. Las más
notables son las que siguen:
1.- Israel está ejerciendo un
legítimo derecho a la defensa.
Después de los ataques de Hamas
contra núcleos de población civil, la muerte de casi millar y medio de
israelíes y la captura de 240 más como rehenes, parecía evidente que el Tsahal
iba a responder más allá de su contundencia habitual. Las autoridades afirmaron
que no se trataría de una operación de venganza, sino de “justicia” y, sobre
todo, de prevención de futuras “acciones terroristas”.
El recurso de la defensa está
regulado en el Derecho Internacional y,
por tanto, sometido a procedimientos y normas, cuyo cumplimiento ciertamente
suele ser esquivo y dudoso, pero permite establecer criterios de comportamiento
de los Estados.
Israel no se caracteriza por
someterse a la legalidad internacional, salvo cuando le beneficia. Pero como
generalmente actúa en sus márgenes o directamente fuera de ellos, practica un
discurso de victimismo y resistencia ante lo que tacha de “antisemitismo”
latente o descarado, según cada momento o perfil político o ideológico del destinatario
del reproche.
Desde el comienzo de la operación
“Espadas de acero”, Israel ha asegurado que sus fuerzas armadas se atienen a
los estándares éticos más rigurosos del mundo, en cuanto al respeto de las
poblaciones, la minimización de víctimas y la estricta distinción entre las
población civil inocente y los enemigos combatientes.
Asa Kasher, profesor de Filosofía
en la Universidad de Tel Aviv, es coautor del Código ético de la Fuerzas de
Defensa de Israel. En un reciente artículo intentó argumentar la trayectoria de
buena conducta de los militares de su país. Tarea harto difícil y desde luego
poco compartida por numerosos testigos y observadores independientes. Pero el
propio Kasher admitía, cuando la aviación y la artillería ya habían devastado
gran parte de la franja y la población se encontraba en estado calamitoso, que
ciertas conductas, como el bloqueo de elementos vitales de supervivencia, el
corte de suministros básicos y el ataque a instalaciones de socorro y
protección, entre otras, eran “equivocadas” (1).
Otros expertos en la materia de
crímenes de guerra o genocidio han sido más rotundos. Ninguno de ellos puede
ser considerado, salvo deshonestas proclamas propagandísticas, como hostiles a
Israel por principio o “antisemitas” (en el sentido estrecho del término: es
decir, antijudíos). El debate es complejo, porque resulta difícil distinguir
entre conceptos jurídicos estrictos y motivaciones o impulsos políticos. Pero
existe un consenso mínimo en que Israel ha franqueado los límites de la “legítima
defensa”, ha incurrido, deliberadamente o por desinterés, en el obligado
autocontrol sin el cual es inevitable el “castigo colectivo” de la población. Consecuencia
de ello, habría cometido directa o indirectamente “crímenes de guerra” (2).
Sin embargo, estas
consideraciones independientes o ajenas a banderías políticas específicas o
identificadas, han hecho poca o ninguna mella en los responsables
occidentales (y algunos del Sur Global,
como la India) que podrían frenar la masacre o condicionar la actuación
israelí. El relato de la “legítima defensa” no ha sido cuestionado ni siquiera
parcialmente. En la operación de Gaza no se trata tan sólo de “aniquilar a los
líderes e infraestructuras de los terroristas de Hamas”, como sostienen los
dirigentes de Israel. El mayor número de víctimas son personas inocentes,
aceptadas como tal por el propio Israel y sus defensores, sin que las supuestas
normas de guerra, en el supuesto caso de que haya intención de cumplirlas,
estén sirviendo de algo.
2.- Hamas es la principal
responsable de la catástrofe al haber tomado rehenes, esconder sus armas y
centros de mando en los edificios civiles y utilizar a la población como escudo.
Hamas es una organización
islamista que no acepta la existencia de Israel y ejerce, en la medida de sus
limitadas posibilidades, una lucha armada, militar contra el “enemigo
sionista”. Occidente la considera una “entidad terrorista”, porque en su
actuación ataca objetivos civiles, mediante atentados personales directos o por
disparos de cohetes lanzados al azar sobre núcleos de población civil israelí.
Se escamotea que Israel responde -y a veces actúa preventivamente- de manera
que los ciudadanos palestinos no combatientes resultan ser víctimas
propiciatorias e inevitables. Pero, además, como algunos analistas señalan, el
daño en una y otra parte es incomparable y la dinámica acción-reacción elude
cualquier consideración de proporcionalidad exigida por las leyes
internacionales.
Puede decirse, con bastante razón,
que un bando debe procurar defender a su gente tanto o más que de causar daño
al adversario. Hamas incurre en temeridad irresponsable al no medir las
consecuencias letales de desafiar a un enemigo muy superior. Sin embargo, la
alternativa a esa realidad incontestable sería una resistencia pacífica o una
respuesta sólo política, que tampoco es que haya servido para acabar con la
ocupación y recuperar los derechos conculcados.
Pero hay otra aspecto de esta impostura
mucho menos visible. Apenas se ha recordado en esta crisis que Israel fomentó
la instauración de Hamas en 1987, porque resultaba útil para debilitar a la
OLP, cuando estaba en pleno apogeo la primera Intifada. Tampoco vio del todo
negativo su atrincheramiento en Gaza en 2007. Cuando el movimiento islamista
acudió a Irán en procura de apoyo político, militar y material, cambió la
actitud de Israel. Pero aún y así, desde 2021, cuando Hamas parecía tener pocos
incentivos para reanudar la lucha armada, Israel entabló una relación más
administrativa, más práctica con ella. Algo que no se haría con una
organización terrorista.
El profesor palestino-americano
Yousef Munayyer, residente en EE.UU ofrece una lúcida explicación de esta “trampa
del terrorismo”, que tiene su raíz en el secuestro de los atletas israelíes
durante la Olimpiada de Múnich. Una explicación mucho más detallada excedería
el espacio de este ya extenso comentario, pero su lectura es altamente
recomendable (3).
3.- Occidente trata de mitigar
los efectos de la devastación de Gaza en la población palestina.
La narrativa de la tarea diplomática
exige esfuerzos teatrales y prolongados, algunos más visibles que otros. Las
visitas de los líderes norteamericano, francés y alemán privilegiaron la
solidaridad con Israel después del “shock” del 7 de octubre. Luego, se
diversificaron un tanto los discursos. Estados Unidos se ha negado a moverse ni
un ápice de su defensa de la conducta israelí, apenas matizada por la necesidad
de las “pausas humanitarias”. Se dice que la administración Biden está
“aconsejando” en privado al gobierno israelí que se muestre más flexible y
atento a las necesidades de la población de Gaza. Sin mucho resultado.
En Estados Unidos, la enormidad
del sufrimiento ha generado críticas entre la izquierda demócrata a ese apoyo
incondicional de la clase política y de gran parte de la ciudadanía a Israel (4). Ya antes de esta guerra se
habían producido grietas incluso en la comunidad judía, debido a la
intransigencia y brutalidad de policías, militares y colonos en los territorios
ocupados (5). Sin embargo, las organizaciones proisraelíes conservadoras no
sienten amenazada su posición de privilegio. Con motivo: de sus carteras sale
mucho dinero para las campañas de políticos y fondos universitarios, entre
otros beneficiarios, en una proporción de diez a uno en comparación con otro
gran lobby de dudosa ética como es la Asociación del Rifle (6).
Europa también ha quedado mal
retratada de nuevo en esta crisis. El centro-derecha ha seguido el guion
norteamericano. La izquierda se ha desgarrado. Alemania sigue presa del
Holocausto y no parece capaz de articular un discurso político crítico con los
comportamientos de Israel sin que por ello incurrir en el negacionismo
histórico. La clase política ha interiorizado la hipocresía de reciclar en su
día a dirigentes nazis de medio pelo, mientras defendía a machamartillo la política militar israelí. La socialdemocracia
ha sido y es agente activa de esta negligencia que incurre en complicidad
intelectual con el castigo colectivo a los palestinos, aunque se proclame otra
cosa en Bruselas o en el G-7 (7).
En Francia, el endurecimiento de
las políticas migratorias, destinadas a limitar el crecimiento de la población
de origen musulmán, se ve favorecido por varias décadas de atentados
perpetrados por organizaciones islamistas marginales o extremistas. La defensa
de los derechos palestinos tiene un precio muy alto, en particular en la
izquierda, que se ha mostrado dividida, impotente y atrapada en el relato falaz
de un antisemitismo autóctono que conecta con el régimen colaboracionista de
Vichy durante la segunda guerra mundial (8).
4.- Las “pausas humanitarias”
pueden servir para aliviar el sufrimiento de la población civil.
Esta es la línea oficial de la
actuación diplomática de Estados Unidos, Gran Bretaña y la mayoría de los
países europeos (9). Bajo esta apariencia piadosa, en realidad se neutraliza la
propuesta de “alto el fuego” que preconiza la ONU y defienden otros estados
europeos (entre ellos España) y la mayoría de los países del Sur. La impostura de
las “pausas humanitarias” reside en su inanidad. Tal y como se ha explicado al
mundo, se trataría de que Israel permitiera la entrada de convoyes con
suministros básicos (alimentos, agua, medicinas, material sanitario, etc), en
todo caso sometidos a un escrutinio para que no caigan en manos de los
islamistas. Como no se conoce con
exactitud la ubicación de todos estos militantes, tales operaciones están
condenadas a la inutilidad. Y, aún en el mejor de los casos, el alivio de las
poblaciones siempre será mínimo, en relación a sus necesidades vitales
presentes y futuras inmediatas. Las “pausas humanitarias”, sea cual sea su
intención, se convierten en estratagemas para hacer más tragable la destrucción
israelí de Gaza. De ahí que, finalmente, Netanyahu ha dicho que permitirá una
pausa “una
hora aquí, otra allá”. Palabras que evidencian una insensibilidad
repugnante.
5.- Después de la destrucción
de Hamas, se ampliarán las oportunidades de una solución duradera al conflicto
israelo-palestino.
A medida que se eleva el grado de
abstracción en las consideraciones sobre el actual episodio bélico y sus
consecuencias, se hacen más evasivas las imposturas circulantes. Estados Unidos
sostiene que, después de liquidada Hamas, será posible recuperar la vía
diplomática y política, pese a que ésta se consideraba muerta y enterrada antes
del 7 de octubre. Algunos académicos, asesores y diplomáticos se han lanzado a
elaborar planes de actuación (10). Otros son más circunspectos o incrédulos (11).
Y hay quienes consideran congelado por mucho tiempo el proceso de alianza entre
Israel y los estados autoritarios árabes (12).
Este gobierno israelí, como casi
todos los anteriores, no sólo ha hecho todo lo posible por obstaculizar una
solución diplomática, sino que, además, niega la propia naturaleza de un pacto
político. No sólo, como se ha dicho hasta la saciedad, impugna el principio de
los dos Estados (el existente israelí y el embrionario y sofocado palestino). La
derecha nacionalista más dura, hostil siempre al reconocimiento de los derechos
palestinos básicos, parece dispuesta a aceptar el ideario extremista de sus
coaligados supremacistas ortodoxos y sionistas religiosos (corrientes
diferentes y otrora opuestas en el judaísmo), que consiste en negar la
existencia misma del pueblo palestino, al que invitan literalmente a emigrar o
aceptar un estatus de súbditos (13).
Esta posición no es unánime en
Israel, pero goza de un respaldo cercano a la mayoría y no ha dejado de crecer
en las últimas décadas. Hace apenas diez años, estas fuerzas extremistas (Poder Judío o Partido Sionista religioso)
eran marginales o no existían; hoy tienen la llave de la gobernabilidad,
condicionan a la derecha nacionalista y actúan con impunidad absoluta en los
territorios ocupados a través de su red de colonos radicales. El comportamiento
de éstos es cada vez más delincuencial, violento y, en el sentido literal del
término, terrorista, como atestiguan muchas fuentes, incluías aquellas que
defienden, con matices, la actual operación israelí en Gaza (14). Y lo peor está por llegar. Israel ha encargado
más 24.000 fusiles de asalto a fabricantes de armas norteamericanos. El
gobierno estadounidense tiene que autorizar la operación, pero lo ha hecho
antes. Los ministros de la ultraderecha israelí, con competencias amplias en
Cisjordania ya han repartido armas entre colonos afectos y aseguran que
seguirán haciéndolo (15).
6.- La destrucción de Hamas
puede favorecer la recuperación de un liderazgo palestino que acepte la
existencia de Israel y haga la realización de una entidad estatal propia.
Esta posición política es la más
inverosímil. Pero ha captado titulares tras la entrevista del jefe de la
diplomacia norteamericana con el Presidente de la ANP, Mahmud Abbas, quién se
mostró dispuesto a extender su responsabilidad sobre la Franja cuando concluya
la operación israelí. Se antoja una
pretensión irreal, aunque algunos dirigentes palestinos moderados como el
exprimer ministro Salam Fayyad hagan circular “planes de paz de la OLP” (16).
Si Mahmud Abbas no concita apenas
apoyo en Cisjordania, donde ejerce un poder fantasmal, inservible y cada vez
más contestado por sus conciudadanos, ¿qué apoyo puede esperar si recogiera el
testigo de la aniquilación israelí? Si la OLP y sus aliados moderados ya fueron
derrotados en 2005 en Gaza (y dos años después expulsados por la fuerza
impetuosa de Hamas), ¿cómo puede presentarse de nuevo como la solución? Si no
ha podido imponerse o siquiera resistir la mayor degradación en términos de
seguridad, derechos y vida cotidiana en Cisjordania, ¿puede prometer un futuro
mejor en Gaza?
Por lo demás, resulta poco
creíble que Occidente se vaya a fiar de Abbas y sus cohorte de funcionarios,
policías, políticos y propagandistas cuando llevan años ninguneandolos y
permitiendo sus prácticas corruptas y sumisas al ocupante israelí, según
denuncian los mismos dirigentes occidentales o sus ejecutores. El primer
ministro Netanyahu ha dejado claro qué tipo de alternativa política autónoma
y razonable está dispuesto a aceptar, al advertir que Israel ejercerá una
función de garante de la seguridad en Gaza “durante
tiempo indeterminado”. Es la misma lógica que sostuvieron sus predecesores después
de las guerras de 1967 y 1973, que ampliaron y consolidaron la ocupación
militar de territorios árabes. Ni las sucesivas resoluciones de la ONU, de
obligado cumplimiento según el Derecho Internacional, ni los innumerables
planes y acuerdos de paz han modificado esa realidad, la única que cuenta a
pesar de las imposturas.
NOTAS
(1)
“Israel’s laws of war. How IDF doctrine shapes the campaign against Hamas in
Gaza”, ASA KASHER. FOREIGN AFFAIRS, 27 de octubre.
(2) “The
uses and abuses of term ‘genocide’ in Gaza”. MARTIN SHAW. NEWLINES MAGAZINE,
6 de noviembre; “What International Law has to say about the Israel-Hamas
conflict”. MARC WELLER. THE ECONOMIST, 27 de octubre; “Peut-on parler de
‘genocide’ en cours à Gaza”. COURRIER INTERNATIONAL, 4 de noviembre; “What
the laws of war say about forced displacement and ‘human shields’”. AMANDA
TAUB. THE HEW YORK TIMES, 19 de octubre.
(3) “Can
our leaders avoid the terrorism trap?”. YOUSEF MUNAYYER. FOREIGN POLICY, 4 de noviembre.
(4)
“Democrats splinter over Israel as young, diverse left rages at Biden”. THE
NEW YORK TIMES, 27 de octubre; ; “Progressives rebel against Biden’s
handling of Israel-Hamas crisis”. THE WASHINGTON POST. 25 de octubre.
(5) “’I,
too, am the Jewish community’: the rift among US Jews widens over Gaza war”.
ROBIN BULLER. THE GUARDIAN, 4 de noviembre
(6) “In
Israeli-Palestinian battle to sway Congress, only one side wins”. ISHAAN
THAROOR. THE WASHINGTON POST, 6 de noviembre.
(7) “How
the Gaza conflict is dividing Europe’s left”. THE OBSERVER, 29 de
octubre
(8) “Guerre Isräel-Hamas: la gauche europeénne en tous ses
états”. COURRIER INTERNATIONAL, 25 de octubre.
(9) “A humanitarian pause in Gaza”. EDITORIAL. THE NEW YORK TIMES, 3 de noviembre.
(10)
“Israel’s war aims and the principles of a pot-Hamas administration in Gaza”.
DENIS ROSS, ROBERT SATLOFF y DAVID MAKOVSKY. WASHINGTON INSTITUTE, 17 de
octubre;
(11) “What
comes after Hamas. STEVE SIMON. FOREIGN POLICY, 18 de octubre; “What happens if
Israel topples Hamas in Gaza. MICHAEL MILSHTEIN. BROOKINGS INSTITUTION, 26 de
octubre;
(12) “The
Hamas attack has change everything”. STEVEN COOK. FOREIGN POLICY, 9 de
octubre; “The Gaza War has reverberated across the Middle East”. INTERNACIONAL
CRISIS GROUP, 4 de noviembre.
(13) “Is a
two-state solution possible after the Gaza war?”. THE ECONOMIST, 1 de
noviembre.
(14)
“Settler violence rises in the West Bank during the Gaza war”. MAIRAV ZONSZEIN.
INTERNATIONAL CRISIS GROUP, 6 de noviembre; “Settlers ara causing mayhem
in the West Bank”. THE ECONOMIST, 6 de noviembre; “How a campaign of
extremist violence is pushing the West Bank to the brink”. THE NEW YORK
TIMES, 2 de noviembre.
(15) “U.S.
officials fear that American guns ordered by Israel could fuel West Bank
violence”. THE NEW YORK TIMES, 5 de noviembre.
(16) “A
peace plan in Gaza”. SALAM FAYYAD. FOREIGN AFFAIRS, 27 de octubre.
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