14 de Mayo de 2014
La
crisis de Ucrania y lo que se presenta como un designio expansivo de Rusia para
recuperar influencia (y territorio) en el antiguo espacio de dominación
soviética ha empezado a generar un debate sobre la necesidad de recuperar la 'vieja
OTAN'.
Ante
la 'falta de trabajo', por la presentida integración paulatina de la nueva
Rusia en el sistema de seguridad euroasiático, la Alianza Atlántica 'migró'
para seguir dando sentido a su existencia. Sus destinos principales son más o
menos conocidos por el gran público: Irak, Afganistán y Libia. Ahora, la OTAN
se plantea 'volver a casa' para ocuparse de ese nuevo socio al que ya no se
considera tan amistoso o colaborador como parecía.
UN
BALANCE DESIGUAL
La
OTAN no presenta una hoja de servicios 'fuera
de zona' intachable. En el Pentágono no se disimula la decepción por esta
'ampliación de horizontes' de la alianza occidental, políticamente clave de la
contención antisoviética en la guerra fría, aunque militarmente un brazo
subsidiario del poderío norteamericano. El que fuera Secretario de Defensa de
Estados Unidos con Bush hijo y con Obama, Robert Gates, fue muy crítico con la
OTAN en su despedida del cargo, por la débil voluntad política de sus líderes,
la escasa capacidad de movilización de efectivos y la rácana aportación de
fondos a las guerras que Washington ha librado estos últimos años contra el
enemigo de este comienzo de siglo (el
"terrorismo islámico") o residuos seleccionados de enemistades
antiguas (Gaddaffi).
Reprochan
políticos, militares y académicos norteamericanos a sus socios de la Alianza
que no fueran capaces de hacer un mayor esfuerzo en Afganistán, en los momentos
más álgidos de la resistencia de los talibán, donde nunca superaron los 40.000
efectivos, frente al millón de soldados estadounidenses. O que en Libia todos
votaran a favor de la intervención para 'defender' al pueblo (oficialmente,
aunque en la práctica se tratará de acabar con el coronel Gaddaffi) y menos de
la mitad de los miembros aportaran algún recurso y aún menos de un tercio
participaran en los ataques aéreos.
En
la comunidad política, militar y académica siempre hubo reticencias sobre esta
'externalización' de la OTAN. Un portavoz destacado de esta línea de
pensamiento es Michael E. Brown, profesor de relaciones internacional de la
Universidad George Washington. Según su
visión, los líderes occidentales cometieron tres grandes errores de juicio:
uno, que Rusia iba a ser una nueva potencia "benigna"; dos, que Moscú
iba a aceptar la ampliación de la OTAN sin recelo; y tres, que la organización
político-militar iba a sacar provecho de sus misiones 'fuera de zona'. Nada de
esto ocurrió.
La desconcertada Rusia de los primeros años
del post-sovietismo ha evolucionado hacia un nacionalismo reivindicativo
(expansivo, para quienes ven en Crimea sólo el principio de futuras operaciones
de 'recuperación territorial), provocado por la sensación de cerco que les
produjo la ampliación hasta sus mismas puertas o los 'engaños' de la operación
libia.
RECONSIDERACIÓN
ESTRATÉGICA
Llegados
a este punto, lo que procede ahora es 'volver a los orígenes' según Brown y
otros expertos. El objetivo, propone Brown, sería una nueva "consideración
estratégica", basada en los siguientes pilares:
-
reconocimiento de que Europa aún afronta amenazas de seguridad inter-estatales;
-
necesarias respuestas (militares, policiales, cibernéticas, de inteligencia y
diplomáticas) para contrarrestar las nuevas y encubiertas formas de agresión de
Rusia (provocaciones, propaganda, apoyo local, 'ciberataques', fuerzas
especiales enmascaradas y muy bien preparadas)
-
elaboración de una estrategia a largo plazo para tratar con Moscú.
Algunos
de los principales jefes militares, en activo o ya en la reserva, han lanzado
globos-sonda sobre el conveniente redespliegue de la Alianza para restaurar la
contención del peligro ruso (antes soviético). Uno de ellos ha sido el
Almirante Stavridis, anterior comandante de las fuerzas aliadas en Europa,
quien tras lo que calificó de "toma de Crimea", hizo unas
recomendaciones operativas en un artículo para FOREIGN POLICY (2).
De momento, la respuesta se ha limitado a la
imposición de sanciones que pueden hacer daño a Moscú, pero que se contemplan
con renuencia europea, que se convierte en rechazo indisimulado en los sectores
económicos, comerciales y financieros. Se saben de sobra las razones. Europa es el principal socio comercial para
Moscú: cerca del 40% del valor total, catorce veces más que Estados Unidos.
Sólo las inversiones de empresas alemanas en Rusia iguales el valor de los
intercambios comerciales ruso-estadounidenses. Lo más significativo es la
dependencia energética (gas), ya que supera el tercio en países como la propia
Alemania o Italia, pero es absoluta para Finlandia o los vecinos bálticos.
Algunas empresas de energía europea tienen intereses compartidas con Rosneft,
la compañía estatal rusa y han expresado alto y claro su oposición a las
sanciones, junto con firmas de otros sectores productivos clave.
La
respuesta militar ha sido aún más cautelosa que la económica o diplomática. La
OTAN. Desde abril, se ha comenzado a reforzar la defensa de los países
limítrofes con Rusia y la vigilancia aérea de los estados bálticos. Se
procederá pronto al despliegue de más barcosy también en el Báltico y en el
Mediterráneo oriental. Estados Unidos posicionará cuatro compañías de
paracaidistas (600 hombres) en unos ejercicios conjuntos a realizar en Polonia,
uno de los aliados que más abiertamente ha reclamado medidas suplementarias,
aunque no lo hiciera formalmente en la reciente reunión del Consejo de
ministros exteriores de la Alianza. El jefe militar de la OTAN, el general
norteamericano Philip Breedlove, ha aprovechado la situación para formular la
recurrente reclamación estadounidense a los socios europeos: que aportan más
dinero y más efectivos.
Expertos
militares han tenido mucho interés en resaltar lo que consideran "alta
competencia rusa" exhibida en las operaciones especiales ejecutadas en
Crimea. Consideran que Moscú ha mejorado muchísimo sus fuerzas de élite, en
preparación, dotación, logística, inteligencia y, lo que más asombra, en
concepción o doctrina. Las fuerzas
especiales supieron realizar acciones encubiertas con gran eficacia, profesionalidad
y seguridad, desactivando la resistencia de Ucrania de forma rápida, efectiva y
completa.
Que
el "éxito" ruso en Ucrania sea merecedor de un esfuerzo militar
europeo es, sin embargo, muy dudoso, debido a la persistencia de la crisis.
Pero, aún más, seguramente tampoco resultaría políticamente conveniente, si
tenemos en cuenta que, exageraciones aparte, la amenaza rusa a sus vecinos no
deja de ser un ejercicio especulativo de políticos radicales, militares más o
menos celosos de su misión y académicos de mentalidad conservadora y/o belicista.
(1) NATO's biggest mistake. The
Alliance difted from its core mission -- And the world is paying the price.
MICHAEL E. BROWN. Foreign Affairs, 8 de mayo de 2014.
(2) NATO needs to move now on
Crimea action may provoke, but so does nothing. JAMES STAVRIDIS. Foreign
Policy, 1 de abril de 2014.
(3) Russia displays a new
militaru prowess in Ukrania's east. MICHAEL R. GORDON. New York Times, 21 de
abril de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario