HONDURAS: ¿POR QUÉ DURA TANTO LA CRISIS?

8 de julio de 2009
¿Por qué la crisis de Honduras está durando tanto tiempo? O mejor ¿Por qué se demora la perspectiva de una solución viable, aunque su ejecución lleve tiempo?
No estamos ante un problema de gran complejidad, sino ante un conflicto institucional manejado con escasos resultados por la comunidad internacional.
Hemos visto a presidentes y cancilleres latinoamericanos implicados en la gestión de la crisis y hemos apreciado la frustración que ha producido el fracaso de sus esfuerzos. La frustración es comprensible; la sorpresa, no.
Más allá de la retórica y de las encendidas proclamas a favor del sistema democrático, han faltado medidas verdaderamente disuasorias para los golpistas. El intento de regreso del presidente Zelaya a su país ilustra perfectamente las limitaciones de la actuación diplomática regional. Con todo el respeto que merecen, ni Cristina Fernández, ni Rafael Correa, ni el propio José Miguel Insulza impresionan lo suficiente al entramado tradicional de poder que se ha hecho con el control efectivo del poder en Honduras.
Eso lo sabe muy bien la burocracia diplomática del Departamento de Estado, y ha dejado hacer. Las manifestaciones de Obama a favor de la restauración constitucional han podido satisfacer a muchos observadores en Europa y América, aunque sólo sea por la novedad que representa. Bienvenido que Estados Unidos pase de planificar, organizar, financiar y respaldar golpes de Estado a condenarlos. Pero en este tiempo tal avance resulta insuficiente. ¿Hubieran los golpistas impedido el aterrizaje del avión del regreso de Zelaya, si a bordo hubiera estado Hillary Clinton o incluso su segundo para Latinoamérica?
La diplomacia norteamericana tiene una larga lista de asuntos exteriores que ocupan prioritariamente su atención. Con toda seguridad, entre ellos no está Honduras. Por muy claros que se tengan ciertos principios de decencia, los consejeros de Obama no están seguramente cómodos con los aliados de reciente adscripción del presidente hondureño.
En las reuniones de trabajo, los funcionarios norteamericanos se han opuesto a la adopción de sanciones. La anunciada suspensión de la cooperación militar bilateral se hace esperar. Hasta ahora, simplemente se han cancelado algunas maniobras de poca importancia. Podemos apostar a que en Washington preocupa mucho más el mantenimiento de las bases militares que el Pentágono utiliza en Honduras para las operaciones contra el narcotráfico en la región que el restablecimiento de la normalidad constitucional en el país.
Si los intereses de Estados Unidos peligrasen, la diplomacia norteamericana no dejaría que la crisis se alargara demasiado. Que el canciller de facto hondureño se refiera a Obama como “el negrito” no quiere decir que no haya dejado saber en los despachos correspondientes del Departamento de Estado que Washington no va a perder nada con esta “corrección institucional” en Tegucigalpa.

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