7 de Noviembre de 2012
Barack
Obama ha sido reelegido tras una larga noche en el que se hizo esperar la
consecución de los apoyos necesarios. El triunfo en Virginia, anunciado a las
11,30 de la noche (hora local en la costa Este), le aseguraba la reelección,
después de haber ganado también Winconsin, Iowa, Nevada y New Hampshire, cinco de
los estados indecisos. Luego se confirmó
su triunfo en Colorado y Ohio. Antes de
conocerse los resultados en Florida, Romney admitió su derrota y llamó a Obama
para felicitarlo. El Presidente ganaba un segundo mandato por un margen
aparentemente cómodo.
Sin embargo, Obama
había ido cosechando estas victorias parciales decisivas por unos pocos miles
de votos. De ahí que en el voto nacional global, Obama haya superado a Romney
en alrededor de un punto porcentual.
La
victoria de los demócratas en la elección presidencial se complementa con un
ligero avance en el Senado, donde tendrán dos puestos más y ampliarán su mayoría
a 52. Por el contrario, los republicanos han revalidado su dominio en la Cámara
de Representantes. Este panorama político de agudizada polarización anuncia un
segundo mandato extremadamente complicado para Barack Obama.
UN
TONO IDEALISTA PARA RETOMAR EL IMPULSO
En su discurso
de aceptación, pronunciado al filo de la medianoche, desde Chicago. El
Presidente Obama optó por recuperar el tono idealista e inspirador de hace
cuatro años. Después de rendir un encendido homenaje a sus más estrechos
colaboradores, a todo el equipo de campaña y a los miles de voluntarios que han
trabajado infatigablemente para hacer posible su victoria, se extendió en
elevadas consideraciones sobre la dignidad de la acción política. En un
crescendo emotivo, resucitó los mensajes de esperanza, unidad y fortaleza de la
democracia norteamericana. “Estamos más unidos como pueblo de lo que sugiere el
cinismo político”, dijo al final de su discurso.
En cuanto a la
estrategia futura, el Presidente reelecto se limitó a apuntar su intención de
convocar a los líderes de las grandes corrientes políticas para abordar los
grandes desafíos nacionales. No había
ambiente para más detalles. La noche pedía alivio, alegría y celebración. En las calles de las principales ciudades de
mayoría demócrata, miles de militantes y simpatizantes daban rienda suelta a su
entusiasmo y liberaban la tensión de una larga y difícil campaña electoral. Los
temores de fracaso del primer presidente afroamericano de los Estados Unidos
habían sido conjurados.
UN SEGUNDO
MANDATO ENVUELTO EN INCERTIDUMBRE
Y, sin
embargo, como reconoció el propio Presidente electo, lo más complicado empieza
ahora. Los principales analistas planteaban en la larga noche del martes 6 de
noviembre las dificultades que el Presidente reelegido tendrá que sortear para
abordar los desafíos pendientes de estos últimos cuatro años: la superación de
la crisis económica, la redistribución de la riqueza mediante una política
fiscal justa y eficaz, la aplicación de la reforma sanitaria y la satisfacción
de las aspiraciones de millones de inmigrantes sin reconocimiento legal.
Efectivamente,
con estos resultados, puede temerse poca colaboración de la derecha. Es muy
probable que la estrategia de obstruccionismo continúe e incluso se refuerce. No
es descartable, incluso, que los
conservadores construyan un discurso de negación de legitimidad a cualquier
política claramente reformadora de orientación progresista. En consecuencia, podrían
crecer las opciones de los candidatos más radicales en 2016. La deriva del
Partido Republicano hacia la extrema derecha se puede acentuar. Le tomará
tiempo encontrar un líder para dentro de cuatro años. Romney quizás no lo fue
nunca, aunque estuvo muy cerca de conseguirlo. En su discurso de concesión de
la derrota, el exgobernador adoptó una postura elegante y conciliadora, pero
sin contenido político de relevancia como suele ser habitual. Pudo más en el
ambiente la decepción de sus partidarios, que llegaron a creer en la posibilidad
de la victoria. Con bastante fundamento, a tenor de los resultados.
En
definitiva, Obama afronta el gran dilema de su carrera política: apurar todos
los recursos que su cargo institucional le proporciona para hacer avanzar las
causas que reclaman sus bases electorales o intentar un acomodo con sus adversarios
para no arriesgar un segundo mandato de pesadilla.
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