3 de Junio de 2015
No
se le puede negar a Nicolás Sarkozy que nunca (o casi) esconde sus intenciones.
Ni los fracasos ni la hostilidad de sus adversarios, ni siquiera sus propias
limitaciones, le disuaden de perseguir su ambición. Que es inmensa.
La
audacia de Sarkozy le ha acarreado problemas antes, durante y después de su
estancia en el Eliseo (2007-2012). Pero él está convencido de que sólo su
audacia le devolverá a la máxima magistratura de la República francesa.
Este
'petit-Napoleon' gusta del poder, cuanto más extenso mejor. En las aguas
siempre turbulentas de la derecha francesa, no se ha mostrado partidario de
practicar el muy habitual juego del “caliente y frío” (brillante fórmula
francesa para definir la ambigüedad política o diplomática). Sarkozy va directo. Siempre que puede. Se
recupera pronto de los reveses y casi nunca pierde de vista el objetivo.
UN
OBJETIVO CLARO: EL ELISEO
Como
cualquier líder histórico de la derecha francesa que se precie, desde De
Gaulle, se ha impuesto la tarea de modelar a su conveniencia la gran plataforma política
que le sirve de respaldo. El propósito ha sido siempre el mismo: construir un potente
aspirador potente, capaz de atraer a las corrientes centristas o
independentistas.
En
el cónclave del pasado fin de semana en un hotel de lujo del decimonoveno
distrito de París, Sarkozy ha querido escribir un capítulo más de esa evolución
de la gran derecha francesa, desde el gaullismo de posguerra hasta un partido
conservador europeo con ribetes propios, unificador de tendencias y familias,
pero desprendido de las referencias más arcaicas. Con la vista puesta en la
reconquista del Eliseo, mantiene la marca unificadora “República”, pero no como
referencia, como sus predecesores, sino como patrimonio.
Con
esa pretensión tan suya de apropiarse de lo que intuye como factor ganador,
Sarkozy reclama para él, para los suyos, el símbolo político de la unidad
nacional. La formación refundada se llamará "Los Republicanos". Poco
importa que la pretensión pueda sonar -y lo sea- excluyente. Quizás se trate de
eso. De ‘marquer le scandal’. De
provocar.
Pero
en la intención de Sarkozy hay otro elemento fundamental. No es otro que
disputarle al emergente Frente Nacional el liderazgo de la defensa de lo nacional.
Es la apuesta por los 'valores' que la noción "republicanos"
supuestamente implica. A saber: laicidad, identidad nacional, responsabilidad
individual.
El
hombre que hizo de la preservación del orden (público, social) la divisa de su
ideario político cree que ganará su próxima batalla si prevalece sobre el
desafío que emerge con fuerza a su derecha. Sarkozy quiere conquistar ese voto
desengañado, amargo y feroz que hoy recala en el Frente Nacional, sin
desplazarse demasiado del centro. Espera que los sectores moderados de la
sociedad francesa abandonen a la izquierda, desgastada por la crisis y
dividida, como siempre.
IDEARIO
Y ESTRATEGIA
Autoridad
e identidad son los dos grandes principios de la refundación sarkoziana, como advierte oportunamente un analista de LE
MONDE (1). ¿Qué implica este doble eje?
El reforzamiento de la autoridad desde una identidad claramente
republicana está dirigido a satisfacer las percepciones de inseguridad de
ciertos sectores sociales, no sólo frente a la 'amenaza terrorista' sino ante
la confusión de valores que provocan las tentativas de multiculturalidad,
de pluralidad de creencias religiosas, de reivindicaciones sociales.
La
propuesta de Sarkozy perfila enemigos sin decirlo expresamente: el Islam, en su
faceta militante o activa, los agentes
sociales que se aferran a los activos del Estado de bienestar y, finalmente,
las ideologías que cuestionan los fundamentos más tradicionales del orden
social nacional: familia y trabajo.
La
nueva derecha tiene muy poco de nueva, salvo la munición con la que afronta la
batalla de la reconquista presidencial. El valor del trabajo tiene
connotaciones neoliberales demasiado conocidas. El mérito individual frente a
la nivelación social. El esfuerzo de cada cual frente a la asistencia
generalizada. La escuela como simiente de los valores nacionales. La 'laicidad
confrontacional' (según el reproche de Régis Debray), como garantía de freno a las
singularidades religiosas reinvindicativas.
Estas
contraposiciones, pasadas por el tamiz nacional, fijan los ámbitos de la
exclusión o, al menos, pone condiciones al ejercicio de la solidaridad. Se
prepara una rebaja de los derechos sociales, de los subsidios de desempleo, de
las prestaciones públicas, de los beneficios a los inmigrantes. La 'devolución'
se hace más contributiva.
Sarkozy
defiende el juego de ataque. "La Republica no debe recular" le dijo
como 'mot d'ordre' a LE FIGARO, este mismo mes (2). En realidad, es una
táctica de contraataque. Se trataría de
arrebatar al Frente Nacional buena parte de su discurso y de su electorado, haciéndolo
más respetable, menos antipático a los espíritus moderados de las clases
medias. Utilizar al FN para desgastar a la izquierda, para desplazar hacia el
espejismo social-nacional el malestar de esa base social desengañada, aún a
riesgo de subvertir la República. De
esta forma, un hipotético duelo final con Marine Le Pen, en 2017, podrá
librarse en condiciones de superioridad. Peligroso juego de aprendiz de brujo.
Para
conducir con las dos manos, aunque el volante se instale claramente a la derecha,
Sarko se apoya en una dupla aparentemente plural: la 'dialogante' Nathalie
Kosciusko-Morizet (Vicepresidenta) y el 'combativo' Laurent Wauquiez
(Secretario General). Los rivales, antiguos (Juppé) o recientes (Fillon), son acogidos en esta 'casa común', pero más
como rehenes de la estrategia, que como actores autónomos. Han sido silbados
este fin de semana, quizás como recordatorio de su deber de pleitesía al patrón.
En
fin, Sarkozy combina partido disciplinado, ideas sencillas (simples, incluso) y
táctica de contraataque, de vaciamiento de las propuestas rivales. Para hacerlo
tendrá que frenar el ascenso de Marine Le Pen, debilitada en su drama personal
de asesinato (político) del Padre. Vampirizarle el discurso y ‘sanearlo’ con el
suyo. Convertirse en Nicolás 'Le' Sarkozy.
(1) "Nicolas Sarkozy définit sa République". JEAN-BAPTISTE
DE MONTVALON. LE MONDE, 30 de Mayo.
(2) LE FIGARO, 5 de Mayo,
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