10 de Septiembre de 2015
La
crisis de los refugiados en Europa ha motivado un incremento del interés por la
evolución del conflicto bélico en Siria y ha precipitado algunas especulaciones
aventuradas sobre un posible cambio de política occidental, para favorecer la
aceleración de un desenlace.
A
pesar de la coincidencia temporal de los dos procesos (el movimiento migratorio
y la situación sobre el terreno), lo cierto es que la maduración de un salto
cualitativo por parte de los agentes externos se lleva incubando desde hace
tiempo.
LA
SITUACIÓN MILITAR
Sobre
el terreno, parece consolidarse cada día que pasa el debilitamiento del régimen.
Las fuerzas militares gubernamentales siguen replegándose. La última derrota ha
sido la rendición de la última base aérea en la región septentrional de Idlib.
Assad ha perdido la mitad de su ejército y sólo controla una sexta parte del
territorio, en la franja oriental del país, la más poblada (1).
No
por ello, puede afirmarse que sus rivales hayan alcanzado una dinámica de
victoria. Para empezar, en Siria no hay una guerra, sino varias. Es decir, no
luchan dos bandos sino al menos tres o cuatro, enfrentados entre sí, en mayor
medida o intensidad, con alianzas puntuales y temporales de conveniencia. A
saber: el Daesh (Estado Islámico), Al Nusra (franquicia de Al
Qaeda), y unas milicias más o menos pro-occidentales, en todo caso muy
divididas y a menudo enfrentadas con el cuestionado liderazgo político en el
exilio.
Por
eso, ese debilitamiento del régimen no implica necesariamente el
fortalecimiento de los bandos opuestos. El territorio sirio se encuentra
fragmentado. De hecho, muchos observadores creen que estamos ante una partición
de facto, que podría prolongarse en el tiempo, si no se rompe el status quo
actual. Pocos predicen una solución militar del conflicto.
LOS
AGENTES EXTERNOS
Pueden
resultar definitivos en este momento. Nunca han dejado de condicionar o influir
en los acontecimientos bélicos, pero dada la situación de agotamiento militar o
de limitadas posibilidades de alteración de frentes, la relevancia de estos
agentes externos podría crecer a corto plazo. Pueden hacerlo por dos vías, no
necesariamente excluyentes: una acción militar directa y/o la intensificación
de las negociaciones diplomáticas.
Una
extensión de la intervención militar externa sólo parece reservada a Estados
Unidos y a Rusia. Otros agentes, como Irán (y sus delegados) o Arabia Saudí (o
sus agentes directos o indirectos) pasarían a segundo plano o se subordinarían
a las grandes potencias.
Estados
Unidos. Por decisión de Obama, ha mantenido un perfil cauto en
Siria, desde el comienzo del conflicto. Después del fiasco de la línea roja
(compromiso incumplido de intervención directa si se probaba el uso de armas
químicas por parte del régimen), el presidente se ha atenido a una política de contención
asentada en estos pilares: reclutamiento, financiación, entrenamiento y apoyo logístico a combatientes
pro-occidentales, de un lado, eliminación de objetivos yihadistas precisos y
seleccionados y búsqueda de un compromiso diplomático.
Obama
no quiso repetir en Siria lo que entendía que podía ser la reedición del error
de Iraq, puesto que el escenario de división étnica, odios enconados y
rivalidad regional irreconciliable que caracterizan el conflicto sirio resultan
muy similares. Una vez que las milicias más cercanas a Occidente perdieron
influencia decisiva, se complicaron las cosas.
La
emergencia, consolidación y expansión del Daesh reforzó la renuencia del
presidente norteamericano. El objetivo inicial de propiciar un cambio de
régimen se enfrió considerablemente al plantearse la hipótesis de sustitución
de una tiranía por otra aún más terrible. Resultaba como poco contradictorio atacar
a los extremistas islámicos en Iraq y favorecer indirectamente su triunfo en
Siria, al debilitar a su enemigo. Tampoco parecía coherente, ni conveniente,
apostar por el refuerzo de Al Nusra/Al Qaeda, sólo porque en Siria
combata a muerte contra el Daesh, en pos de un liderazgo del universo
yihadista. El apoyo a las milicias moderadas no se interrumpió nunca, pero ha
resultado lento y poco efectivo (2).
Por
todo ello, la administración optó por priorizar la eliminación de los combatientes
del Daesh mediante el uso extensivo de los drones, tratando de que ello
beneficiara lo menos posible al régimen. El presidente sirio, consciente de que
tal actuación le favorecía, se inhibió expresamente, aunque poco podía hacer
por impedirlo.
Los
críticos (tanto en las filas republicanas como en anteriores miembros de la
propia administración demócrata) le reprochan a Obama que con sus
inconsecuencias haya favorecido esta derivación indeseable de la guerra en
Siria, por no haber actuado de la manera conveniente al principio, es decir,
apoyando masivamente a los moderados e incluso implicándose militarmente de
forma directa.
Rusia.
El respaldo de Moscú al régimen de Damasco no parece haberse debilitado, aunque
ha resultado de relativo valor militar. El principal apoyo práctico del clan
Assad han sido los milicianos chiíes libaneses de Hezbollah y la
dirección estratégica aportada por el general Suleiman, jefe de Al Qods,
la guardia pretoriana de la República Islámica de Irán.
Ahora,
ante la alarmante perdida territorial y el peligro real de un desfondamiento
del régimen, Moscú parece haber decidido dar un paso al frente e incrementar su
implicación militar. Desde hace días se sostiene públicamente una polémica
sobre las intenciones de un reforzamiento de capacidades militares rusas en
Siria. Rusia mantiene desde hace décadas una base naval en Tartus, en la costa
mediterránea. El envío de asesores militares, de viviendas prefabricadas y de
diverso material a la base aérea próxima de Latakía, el principal baluarte
alauí, ha hecho que el Pentágono haga sonar las alarmas mediáticas. Más aún: ha
presionado a sus aliados búlgaro y turco para que nieguen el uso del espacio
aéreo a los aviones de transporte ruso. Sofía ha aceptado la demanda de
Washington. Se desconoce la respuesta del griego Tsipras.
Los
rusos han replicado con cierta lógica. Fundamentan este rescate de Assad
por dos razones: cumplimiento de obligaciones defensivas contraídas con
anterioridad al actual conflicto y coherencia con el compromiso internacional
de lucha contra el terrorismo yihadista. O sea, asegura que hace lo mismo que
Washington, pero se considera libre de elegir a qué bando apoyar. Más aún,
ironiza sobre las críticas norteamericanas y se pregunta si Washington quiere
realmente derrotar al terrorismo yihadista o encubrir una excusa para echar a
Assad.
Gran
Bretaña y Francia. Coincidiendo con este refuerzo militar ruso, pero sin
relación alguna con ello, se anuncia la posible implicación directa de estas dos
potencias europeas. Se ha sabido ahora que los británicos mataron a dos
nacionales que se habían alistado en el Daesh, después de conocer que
habían proyectado atentar contra la Reina Isabel y otros objetivos civiles durante
la celebración de los actos del aniversario del final de la Segunda Guerra
Mundial. En Gran Bretaña se ha suscitado un intenso debate sobre la legalidad
de estas acciones tanto o más que sobre los riesgos que pudieran acarrear. Pero
el primer ministro Cameron ha dejado claro que volverán a actuar de la misma
manera para prevenir el peligro de atentados en suelo británico o europeo.
Al
calor de este debate, el Presidente Hollande anunció, como gran novedad
exterior de la rentrée, la disposición de Francia de participar en
ataques aéreos contra posiciones del Daesh en Siria, invocando
imprecisas razones de "seguridad interior". De momento, se aumentarán
los vuelos de reconocimiento y la fijación de objetivos. Todo parece indica que
el Eliseo quiere ganar influencia en caso de que se avance en la negociación
(2).
La
coincidencia de estas dos novedades con la crisis de los refugiados (muchos de
ellos sirios) que por cientos de miles buscan una vida nueva lejos del conflicto
puede contribuir a confundir a la ciudadanía. Entre todas las inconsistencias
europeas, ésta parece la más inquietante. Sería escandaloso, aparte de peligroso,
que se intentara ahora lavar la mala conciencia del abandono de los damnificados
por la guerra con un eventual protagonismo militar que se ha eludido, con
absoluta lógica, desde un principio.
EL
AVANCE DIPLOMÁTICO
Antes
de esta aparente escalada en el plano militar, este verano se habían registrado
avances en el terreno diplomático. La
conclusión del acuerdo nuclear con Irán y la creciente sensación de que Obama
podía eludir el obstáculo del Congreso norteamericano hicieron creer en una
evolución más positiva del conflicto sirio, debido a una pretendida disposición más favorable de Teherán, nunca
confirmada oficialmente.
Algunas
señales no pasaron desapercibidas. Las diplomacias rusa y saudí intercambiaron
posiciones. Se avanzó en la definición de actuaciones en caso de comprobarse
uso adicional de armas químicas. Los norteamericanos hicieron desaparecer de su
discurso público la exigencia de una retirada de Assad como condición previa de
un acuerdo, etc. (4).
La
operación de refuerzo militar ruso no tiene necesariamente que conducir a una
quiebra de este esfuerzo diplomático. Como en el caso de Francia, puede
tratarse justo de lo contrario: afianzar sus intereses en un proceso negociador
que se abre paso cada día como la solución más racional a un infierno sin
futuro.
(1) Datos ofrecidos por el IHS Conflict
Monitor en Jane Intelligence Review. 23 de Agosto.
(2) "The Pentagon Ups the
Ante in Syria Fight". FOREIGN POLICY, 30 de Marzo.
(3) LE MONDE, 8 de Septiembre.
(4) NEW YORK TIMES, 8 de agosto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario