4 de octubre de 2023
El triunfo del partido SMER-D en
Eslovaquia el pasado fin de semana ha encendido las alarmas de medios liberales
en Europa, que lo ven como un riesgo para la cohesión en la guerra de Ucrania y
un reforzamiento del frente trumpista en el continente. Hay parte de verdad,
pero también un sesgo de mixtificación y propaganda útil en estas proclamas.
El SMER-D es un partido populista
diferente al de otros que han proliferado en Centroeuropa. Sus orígenes se
remontan al antiguo Partido Comunista checoslovaco. Una facción reformista
abandonó el viejo partido prosoviético para constituir el Partido de la
Izquierda Democrática (SDL), de filiación socialdemócrata, a imagen y semejanza
de lo que ocurrió en otros países vecinos exaliados en el Pacto de Varsovia (Chequia,
Polonia, Hungría, Bulgaria, Rumania), o pertenecientes a la reventada Yugoslavia
(Eslovenia, Croacia, Macedonia...). En Occidente se dieron casos análogos: el
más destacado, en Italia, donde el viejo PCI fue desprendiéndose de sus
referencias comunistas para ir poco a poco diluyéndose en una izquierda sin
apellidos.
LAS PARADOJAS ESLOVACAS
A finales de la década de los 90,
se produjo una nueva escisión en antiguo comunismo. Del SDL se desprendió un
sector que intentó conciliar el socialismo democrático con ese nacionalismo que
para entonces ya se había convertido en el elemento político referencial en
Centroeuropa, pese a los intentos liberales de plantar su bandera dominante en
la región. Así nació SMER, traducible como Dirección. El líder de esta
nueva formación era un tal Robert Fico (pronúnciese Fisho), que ha
conservado su influencia personal desde entonces.
El SMER añadió el apelativo Social
Democracia a sus siglas y dominó durante década y media la política
eslovaca, aunque para ello tuviera que aliarse con conservadores y
reaccionarios nacionalistas. Esa colaboración aparentemente contra natura
fue la última gota que colmó el vaso de la paciencia de los socialistas
europeos, que nunca se habían sentido cómodos con este socio eslovaco. En 2006,
el PSE expulsó al SMER-SD de sus filas a los pocos meses de aquel “pacto vergonzante”.
Fico se concentró en la coalición, pero, ante las elecciones europeas de 2009
consideró importante la reconciliación con los socialdemócratas europeos y apañó
con sus socios de gobierno una declaración buenista sobre valores,
derechos humanos y respeto a las minorías. El PSE le compró la rectificación y
volvió a admitirlos. En las elecciones europeas, el SMER-SD se confirmó como el
principal partido de Eslovaquia.
A partir de aquí, empezaría un paradójico
declive. Aunque en las elecciones eslovacas de 2010, el SMER-SD creció más de
cinco puntos y obtuvo 12 diputados más, sus socios nacionalistas sufrieron con
creces el desgaste y pagaron por su declaración oportunista. El SMER-SD se
quedó sin mayoría y se vió obligado a pasar a la oposición.
El nuevo gobierno de
democristianos, liberales y húngaros duró apenas dos años. En 2012, el SMER-SD
obtuvo una holgada mayoría absoluta en el Consejo Nacional. Esta victoria se
replicó en las elecciones europeas de 2014. En un clima de fuerte
inestabilidad, el país fue de nuevo a las urnas. En 2016, el SMER-SD volvió a ganar
pero con menos margen y tuvo que pactar otra vez con los ultranacionalistas para
mantener la mayoría de gobierno.
Ocurrió entonces el acontecimiento
que ha marcado la carrera política de Fico. La muerte del periodista Jan Kuciak
cuando investigaba asuntos de corrupción en el gobierno desencadenó una crisis
política que obligó a Fico a dimitir. Otro dirigente del SMER-SD, Peter
Pellegrini, se hizo con el gobierno, pero no con la dirección del partido, que
siguió en manos de Fico. Se inició una guerra cruel entre las distintas
facciones del SMER-SD, que le costaron las elecciones de 2020. La facción
mayoritaria de Fico profundizó en su deriva populista y se desprendió del apéndice
Socialdemocracia. En sentido inverso, los seguidores de Pellegrini
formaron un nuevo partido, el HLAS (Voz), al que añadieron la divisa Socialdemocracia.
Como era de esperar, este nuevo partido parece contar con los favores del PSE,
de cara a los comicios europeos de 2024.
En las elecciones de este mes, el
SMER ha obtenido algo más del 23% y el HLAS un 15,5%. A pesar de la cruenta
batalla de los últimos cuatro años, los adversarios políticos de ambos creen
que se comerán sus rencillas y acordarán un pacto que les permita regresar al gobierno.
Lo que más se ha destacado en
medios liberales de este SMER revigorizado es su posición prorrusa, contraria a
seguir apoyando a Ucrania (1). Conviene ser cuidadoso con la visión que se
tiene desde el Oeste de la política centroeuropea. Como se ha podido deducir de
la evolución eslovaca, las fronteras ideológicas son muy porosas o están
supeditadas a los intereses de poder de sus líderes. En realidad, el nacionalismo
es una suerte de denominador común que ha colonizado a todos los partidos, desde
la izquierda a la extrema derecha. Los liberales, que aparentemente se
proclaman contrarios a esta fiebre, no son por completo ajenos a ella. Uno
de los principales partidos liberales surgido de estas elecciones en Eslovaquia,
el SASKA ha sido durante años el aliado de Le Pen y Salvini, bajo el nombre ligeramente
distinto de SAS (Solidaridad y Libertad).
POLONIA, COTO CERRADO DE LAS DERECHAS
El 15 de octubre habrá elecciones
en Polonia. El PIS (Ley y Justicia), partido ultraconservador
gobernante, aspira a mantener su hegemonía política, pese al desgaste
experimentado tras ocho años al frente del gobierno.
Sin embargo, los conservadores-liberales
de Plataforma Cívica (miembros del Partido Popular europeo) creen haber
erosionado el poder del PIS. Estos días sacan pecho después de una gran concentración
en la calle, el pasado domingo. Su líder, Donald Tusk, fue el antecesor de Ursula
von der Leyen en la Comisión Europea y ha conseguido aunar a las distintas
formaciones de derecha moderada en una coalición. Pero Tusk es muy denostado entre
esa mayoría social apegada a usos y costumbres conservadores, bajo el liderazgo
invisible de la Iglesia católica. En realidad, los conservadores liberales
polacos constituyen una facción un tanto aperturista de ese conglomerado que se
puso bajo el paraguas de Solidarnosc en los noventa, como herederos del
viejo sindicato antisoviético.
El PIS es su expresión más
conservadora, pero, aunque parezca extraño, por sus posiciones reaccionarias,
no la más extremista. De hecho, para seguir en el poder quizás necesite el
apoyo de Confederacja (Confederación), una amalgama de
formaciones ultras que espera conservar la decena de diputados que mantiene en
el Sejm (Parlamento) saliente (2).
Los nacionalistas ultraconservadores
y antirrusos del PIS y los populistas pseudoizquierdistas y filorrusos del SMER
coinciden, sin embargo en su visión de Europa (3). Como ocurre con los
reaccionarios húngaros del gobernante FIDESZ, que han hecho un largo tránsito
desde el liberalismo antisoviético de los ochenta hasta el nacionalismo iliberal
prorruso de estos tiempos. El PIS, sin embargo, no dudado en escamotear la
ayuda a Kiev cuando sus intereses agrarios se han visto afectados por la “inundación”
de grano ucraniano tras el bloqueo ruso del puerto de Odesa. A medida que la guerra
se hunda en el estancamiento, la proclamada solidaridad empezará a
resquebrajarse por la presión de los intereses económicos y políticos.
VIENTRE Y CORAZÓN
Esta Europa rancia que prolifera
en Centroeuropa podría considerarse el vientre del continente, receptor
y ecosistema de los instintos más reaccionarios, conspiradores contra el proyecto
de integración. Sin embargo, los que se reclaman de ese otro órgano más noble,
el corazón, desde donde se dice bombear el europeísmo más solemne, no presentan
un comportamiento tan diferente cuando entran en juego los intereses más
primarios.
De la misma forma que el SMER estuvo
vivaqueando en la órbita socialdemócrata durante años, el PIS fue el socio
preferido de los tories británicos antes del Brexit, y hoy en día
lo sigue siendo de los Fratelli de
Giorgia Meloni. Quizás por poco tiempo.
La primera ministra italiana está flirteando abiertamente con
los democristianos alemanes, que no disimulan su deseo de hacerla socia del
Partido Popular europeo, en sustitución de Forza Italia, en vías de
extinción tras la muerte de Berlusconi. Meloni ha hecho tándem con Úrsula Von
der Leyen en unas cuestionables iniciativas de control migratorio, más propias
del vientre que del corazón europeos (4). La líder exfascista se lo piensa,
porque ese tránsito político puede dejarle todo el espacio político rancio a su
socio de gobierno, el líder de la Lega (Liga), Mateo Salvini, representante
de la otra facción ultra en el Parlamento europeo, y partidario de una línea más
dura en inmigración, orden público y restricción de libertades.
En esta recomposición no encajan aún
todas las piezas. El auge de los nacionalistas xenófobos alemanes del AfD (Alternativa
por Alemania), socios de Salvini y Le Pen, pone en peligro el cordón
sanitario. Si las próximas elecciones regionales confirmaran la hegemonía en
los länder del Este que predicen las encuestas, un sector de la CDU apunta
ya a considerar una colaboración si eso permite volver al gobierno. Después de
todo, la rama bávara de los democristianos (CSU) gobierna ya con los Freewahler
FW, (Electores libres), un partido ideológica y programáticamente cercano a
la AfD. De hecho, el lider de los FW, Hubert Aiwanger, primero ocultó y
luego tuvo que admitir que escribió loas al nazismo en su época de juventud. Nunca
se ha retractado (4).
Baviera celebra elecciones este
domingo y todo indica que ese binomio CSU-FW puede repetir. El jefe del
gobierno bávaro y líder de la CSU, Markus Söder, tampoco oculta sus
pretensiones de dirigir la CDU a escala nacional, si el actual liderazgo del
partido no se muestra capaz de acabar con la actual coalición “Jamaica (socialdemócratas,
verdes y liberales) que gobierna en Berlín.
NOTAS
(1) “Fiko spooks Europe as slovak strongman
cements remarkable return”. TIM GOSLING.BIRN (Balkan Investigative Report
Network), 2 de octubre; “Slovaquie: un parti populiste opposé à l’aide a l’Ukraine,
arrive en tête des législatives”. LE MONDE, 1 de octubre.
(2) “Poland gripped by febrile pre-election
atmosphere as mud-slinging intensifies”. PATRICK VINCOUR. THE GUARDIAN, 12
de septiembre.
(3) “Don’t give a Poland a pass, Warsaw ‘s
support for Ukraine should not obscure its assault at democracy at home”. PIOTOR
H. KOSICKI. FOREIGN AFFAIRS, 24 de julio.
(4) “UE: Ursula von der Leyen donne
des gages a la droite”. LE MONDE, 13 de septiembre.(5) “The land of Lederhosen, beer and political chaos”. JOHN KAMPFNER.
FOREIGN POLICY, 2 de octubre
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