MÁS QUE UNA DERROTA PARCIAL

20 de enero de 2010

La derrota de los demócratas en las elecciones para cubrir la plaza en Massachusetts que dejó vacante por fallecimiento Edward Kennedy no sólo complica la aritmética política del presidente en el Senado, sino que arrastra un potencial devastador para la percepción pública del liderazgo de la Casa Blanca. Los republicanos no podían haber tenido un escenario más propicio para proyectar una sensación de creciente debilidad política de Obama.
Las elecciones suponen una bofetada póstuma para Ted Kennedy puesto que la reforma del sistema de salud puede peligrar al haber bajado los demócratas del umbral de sesenta senadores, la mayoría necesaria para sortear las maniobras filibusteras de bloqueo al que pueden acudir los republicanos. Una sanidad más robusta y sólida fue probablemente el proyecto más apreciado por el menor de los Kennedy a lo largo de su carrera política. Resulta irónico que el escaño que él ocupó durante décadas pueda servir ahora no para consolidar ese avance social, sino para obstaculizarlo o para favorecer nuevos recortes, como parece que ya está considerando Obama, según últimas informaciones.
Pero además, ese pequeño estado del nordeste de Estados Unidos no era sólo el feudo de los Kennedy, sino el bastión más sólido del Partido Demócrata, incluso en los peores tiempos. Como se ha recordado estos días, fue el único estado en el que el candidato de la izquierda demócrata, Mc Govern, ganó a Nixon en las elecciones de 1972.
Obama resulta también perdedor indirecto ya que se comprometió activamente en el tramo final de la campaña de la candidata demócrata derrotada, Martha Coackly. El pasado verano, los mítines y actos públicos sobre la reforma sanitaria fueron dominados por la derecha republicana y la imagen de Obama se resintió. Las elecciones parciales subsiguientes han ido evidenciando síntomas de debilidad presidencial en la opinión pública. Obama está siendo derrotado donde era más fuerte: en la capacidad de generar confianza. El impacto de la derrota de Massachusetts puede inducir al pánico entre los demócratas que se someten al veredicto de las urnas el próximo mes de noviembre. El síndrome de los perros azules –los congresistas demócratas temerosos de plantear profundas reformas de contenido social- puede agravarse. La derecha republicana va a presionar para erosionar la credibilidad del Presidente en las estrategias de superación de la crisis. Todo el arsenal mediático está engrasado y pronto alcanzará velocidad de crucero. Ni siquiera se evitarán excesos propagandísticos como fantasear con el flamante senador elector por Massachusetts, Scott Brown, como posible candidato a la Casa Blanca en 2012. Brown, todavía en una nube, no tuvo empacho en denunciar que “la agenda de los demócratas consiste en subir los impuestos, arrebatarnos nuestra sanidad y dar nuevos derechos a los terroristas”. Basura. Pero puede funcionar en un clima de pesimismo y manipulación.

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