17 de julio de 2013
Dos
semanas después del golpe militar en Egipto, la cúpula de las Fuerzas Armadas,
los dirigentes de los principales partidos afectos a la operación de derribo
del Presidente Morsi, una inmensa mayoría de los intelectuales liberales y la
mayor parte de las cancillerías occidentales impostan una forzada impresión de
normalización.
LA
TENSIÓN SE MANTIENE PESE AL DISCURSO OFICIAL
No es eso, sin
embargo, lo que está ocurriendo en la calle, donde se mantiene, con mayor o
menor virulencia según los días, un enconado pulso entre los seguidores de los
Hermanos Musulmanes y amplios sectores laicos. En los despachos, se toman
decisiones, se juran nuevos cargos, se proyecta una rutina institucional, pero
se evidencian lagunas enormes en el proceso político.
La
sangre sigue corriendo. La calma sólo se aprecia en los noticiarios de la
televisión estatal, controlada descaradamente por los propagandistas militares,
o en los canales privados, dominados por sectores no ya enemigos acérrimos de
la Cofradía, sino claramente afectos al antiguo régimen.
La represión está
dañando profundamente a los nuevos gobernantes. Las Fuerzas Armadas y las
distintas agencias y cuerpos de seguridad continúan desmantelando, intimidando
y eliminando del proceso a dirigentes, cuadros medios, militantes y
simpatizantes de la Hermandad. El reciente informe de AMNISTÍA INTERNACIONAL es
muy concluyente al respecto. El silencio de los ‘liberales’, ‘laicos’, ‘demócratas’
y ‘rebeldes’ resulta muy elocuente. Algunas voces de estos sectores claramente
opuestas a Morsi ya han advertido del peligro de embarcarse sin matices en el
rumbo impuesto por los militares. Pero, como documenta el corresponsal del NEW
YORK TIMES en Egipto, estas protestas son contadas y resultan acalladas,
descalificadas o confrontadas por el sector mayoritario afecto al golpe.
También abundan los testimonios de regreso a escena, incluyendo a importantes
palancas de poder, de tecnócratas, empresarios y buscavidas criados durante el
régimen de Mubarak.
Algunos
analistas han señalado que los militares no estarían demasiado preocupados por
el pulso que le plantean los Hermanos Musulmanes, bien porque creen que es
cuestión de tiempo que se dobleguen y terminen aceptando el nuevo curso
político, bien porque confían en poder favorecer la emergencia de nuevos
líderes más dispuestos a negociar y a enterrar a los más intransigentes.
Estos días,
algunos medios liberales extranjeros poco dispuestos a aceptar la tesis de la
inevitabilidad del golpe han contado ilustrativos ejemplos de cómo, a los pocos
días de ser desalojado Morsi del poder empezaron a funcionar servicios públicos,
como la luz, la recogida de basuras, el saneamiento del agua, las patrullas
policiales, etc. Naturalmente, no hubo tiempo en sólo unos días de subsanar
deficiencias tan extendidas como profundas. Lo que indicaría que tales
obedecían más a un boicot organizado que a la incompetencia flagrante de los
gestores anteriores o al abandono de esos servicios. No se exculpa al gobierno
de los Hermanos de su incompetente gestión, pero cada vez parece más claro que
eso no explicaría por si sólo el nivel de descontrol que se había adueñado del
país.
UN CAMINO CON
DEMASIADOS AGUJEROS
Pero quizás lo
más escandaloso de todo el proceso sea la escasa solvencia de la denominada ‘hoja
de ruta’ de la institucionalización. La llamada ‘declaración constitucional’,
que pretende ser la demostración de las buenas intenciones de los militares de
restaurar la democracia es un documento chapucero, deficiente y sorprendente,
si se tiene en cuenta que el Presidente interino es la cabeza del Tribunal
Constitucional.
En un artículo
para FOREING POLICY, el experto constitucional Zaid Al-Alí señala los innumerables
defectos de esa ‘declaración institucional’ que marcaría la denominada ‘hoja
del ruta’ del movimiento corrector del 3 de julio. Los plazos son a todas luces
demasiado cortos, no ha habido proceso de consultas previo, las garantías de
ecuanimidad y pluralidad son inexistentes, no existen referencias a derechos y
libertades fundamentales de forma clara y precisa. Y, para colmo, los poderes
que se le conceden al Presidente interino, Al Mansur, son similares a los que
disfrutaba Morsi, y que resultaban tan intolerables para los defensores del
golpe militar.
EL MUNDO
EXTERIOR: ENTRE EL SILENCIO Y LA INCOMODIDAD
El
posicionamiento ante lo que está ocurriendo en Egipto resulta especialmente incómodo
para quienes desde Europa intentar comprender la situación. Debería resultar
sencillo mostrarse comprensivo con la iniciativa militar, resistirse a
considerarla un golpe de Estado, confiar en las palabras de los generales que
prometen una rápida restauración de la democracia y dar por cerrado este
engorroso asunto.
Es
lo que parece haber hecho Europa, demasiado ensimismada en la crisis interna,
en sus problemas económicos, sociales y burocráticos, como para preocuparse más
de lo debido por una lucha ajena, en un país sin duda importante, pero
demasiado inestable para poder enderezarlo desde fuera
En Estados
Unidos se toman la molestia de cumplir con su responsabilidad de garante de la
estabilidad en Oriente Medio, que pasa, indefectiblemente, por el encauzamiento
de la crisis egipcia. La administración Obama trata de no dejarse más plumas de
las ya entregadas antes, durante y después del pronunciamiento cívico-militar.
No le está resultando fácil. El jefe de la diplomacia, John Kerry,
recientemente de gira por la zona, evitó hacer parada en Egipto, sabedor del
clima enrarecido que se respira hacia Washington, de uno y otro lado. Por parte
de los islamistas derrocados, porque consideran que los norteamericanos han
bendecido discretamente el golpe y hasta la represión posterior. Del lado de
los partidarios de la acción militar, porque estiman que la diplomacia
estadounidense maniobró hasta el final para impedir el derrocamiento de Morsi.
Para intentar apaciguar a unos y otros, ha recalado en El Cairo el segundo de
Kerry, el avezado diplomático Williams Burns. Poco o nada ha conseguido.
Incluso los islamistas radicales de Al Nour, rivales de los Hermanos
Musulmanes, le hicieron el desaire de no querer entrevistarse con él. Parecido
plantó le dieron los dirigentes del movimiento rebelde Tamarod, los principales
instigadores del golpe.
En definitiva,
Egipto puede caerse de las portadas de periódicos y cabeceras de los
telediarios, pero continúa siendo uno de los asuntos internacionales más
preocupantes.
1 comentario:
ESTIMADO JUAN ANTONIO....
SOLO TE CONOZCO POR TVE HACEBAÑOS Y SIEMPRE SEGUI TUS PROFUNDOS E INTERESANTES ARTICULOSNY REPORTAJES
CON EL DE EGIPTO LO ESTAS CLAVANDO
ESPERO TE SIGA MUCHA GENTE
Un abrazo
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