22 de Junio de 2015
El
ascenso de la extrema derecha danesa refleja la profundidad y gravedad de los
efectos políticos inquietantes de la crisis y la falta de respuesta de los
partidos moderados para atajar sus consecuencias sociales.
LAS
VACILACIONES SOCIALDEMÓCRATAS
El
Partido del Pueblo danés, ferozmente contrario a la inmigración y ruidosamente
crítica con la UE, se ha convertido en la segunda formación política más votada
en las elecciones generales de la pasada semana, por detrás de los socialdemócratas.
Sin embargo, la anunciada alianza de los populistas de derecha con los
liberal-conservadores suma 90 escaños, frente a los 85 que reúne reunir el
centro-izquierda. El gobierno de centro-izquierda, que propiciado una de las
recuperaciones económicas más sólidas, aunque modestas, del continente ha
tocado a su fin. La líder socialdemócrata, Helle Thoming-Schmidt, se ha sentido
obligada a presentar su dimisión.
Si
los socialdemócratas han gestionado razonablemente bien, ¿por qué no han
obtenido el apoyo necesario para continuar en el poder? La respuesta es
sencilla: numerosos sectores sociales no confían en la solidez de la
recuperación y se sienten amenazados por fenómenos como la inmigración el
incremento de los refugiados, por las repercusiones que han tenido sobre la
asistencia social. Dinamarca, fiel a su tradición solidaridad interna y
externa, registró un record de acogida de refugiados en 2014, debido a la
guerra de Siria y la a la gran afluencia de eritreos.
Ante
los efectos electorales negativos que anticipaban las encuestas, la primera
ministra socialdemócrata prometió aplicar reglas más estrictas para la
concesión de asilos y exigencias más duras hacia la inmigración. Esta parcial
rectificación de la política de acogida fue duramente criticada por el ala
izquierda de los socialistas y organizaciones solidarias no gubernamentales, al
entender que se hacían concesiones a la derecha populista. Con todo, ni
siquiera estas restricciones anunciadas resultaron suficientes para frenar a
los xenófobos del Partido del Pueblo danés, cuyos mensajes demagógicos
arreciaron durante la campaña. Los liberales-conservadores, con un lenguaje
político más correcto, no dudaron en participar de esta campaña de acoso al
gobierno de centro-izquierda, convencidos, como así ha sido, de que serían los
principales beneficiados del desgaste.
'PÁJAROS
LIBRES'
Los
populistas, pese a obtener más votos que los liberales, no quieren asumir la
responsabilidad del gobierno. Están dispuestos a ceder esa responsabilidad al líder
liberal, Lars Lokke Rasmussen, y apoyarlo desde fuera del gobierno, como
hicieron entre 2009 y 2011. Como ha dicho su líder, Kristian Thulesen Dahl, los
populistas prefieren mantener su papel de "pequeños pájaros libres".
Es decir, evitar el desgaste de la gestión, presionar a los liberales y
obligarlos a rectificaciones importantes. En otras palabras, su plan parece ser
ir preparando el camino para un asalto más sólido y contundente del poder.
Esta
estrategia de condicionar al gobierno de turno desde fuera ha ido ganando
posiciones desde que este partido se constituyera hace veinte años, cuando
aparecieron las primeras manifestaciones de crisis en el hasta entonces estable
sistema político danés.
Los
populistas daneses han hecho gala de esta prudencia estratégica también en sus
alineamientos internacionales. Pese a los intentos de sus afines en Francia y
Holanda, el Partido del Pueblo danés no se ha sumado al bloque ultra en el
Parlamento Europeo, liderado por la francesa Marine Le Pen y el holandés Geert
Wilders, en el que participan también la Liga Norte Italiana, los nacionalistas
flamencos y la extrema derecha de Austria y Polonia. En total, 36
eurodiputados, lejos de los 221 con que cuenta el grupo democristiano y los 191
del grupo socialista. Los euroescépticos
del UKIP británico tampoco se han unido al eurogrupo de Le Pen, aunque
uno de sus miembros sí lo ha hecho a título individual.
Los
populistas daneses han preferido, de momento, acomodarse junto al Partido
Conservador británico, en Estrasburgo. De hecho, han sido los más activos en
apoyar el proyecto de reforma de los tratados de la UE que está reclamando el
primer ministro Cameron. No es descartable, sin embargo, que, si el propósito
de los tories no alcanza sus objetivos, los populistas daneses terminen
recalando en los bancos del eurogrupo ultra, sobre todo si las elecciones
francesas consolidan el auge del Frente Nacional. Esta recomposición del mapa europeo, en los parlamentos
nacionales y en el europeo, debe confirmarse en las citas electorales de los
próximos años.
UN
MODELO QUE FUNCIONA... PESE A TODO
Dinamarca
ha sido un país modélico, por muchas razones. El alcance de su Estado de
Bienestar se convirtió en el más amplio y sólido del continente, por delante
incluso de sus vecinos del norte, tradicionalmente los que más gozaron durante
décadas de los sistemas más avanzados de protección social.
A
comienzos de siglo, las tensiones sobre el equilibrio de las cuentas públicas
empujaron los políticos daneses a defender reformas en el sistema de bienestar.
La social-democracia entendió que debía aceptar reformas si quería salvar lo
esencial del sistema Uno de los elementos más destacados fue la llamada flexi-seguridad;
es decir, la combinación de la estabilidad en el empleo con la introducción de
fórmulas flexibles en el mercado de trabajo.
Otro
de los programas pioneros ensayados por los socialdemócratas suecos fue él de
rehabilitación y reinserción social de jihadistas regresados de los
frente de combates en Siria, Irak y otros lugares. Dinamarca es,
proporcionalmente, el país europeo de donde sale el mayor número de
combatientes extremistas islámicos.
En
definitiva, mala noticia para la izquierda moderada, a la que no le sirve
moderar su discurso o introducir rectificaciones o limitaciones en política
social para frenar un malestar muy azuzado por las fuerzas populistas de
derecha, xenófobas y euroescépticas, que juegan a favor del viento.
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