18 de octubre de 2023
Polonia ha votado más que nunca
desde la instauración de la democracia liberal, a comienzos de los años noventa.
La participación ha sido del 74,25%, casi trece puntos más que en 2019. Los
datos indican que la población de las grandes ciudades, en especial las del
oeste del país, han acudido masivamente a las urnas. Ese el principal factor,
apuntan los analistas, que explica el retroceso del nacionalismo y su más que probable
desalojo del poder.
En efecto, el partido gobernante,
Ley y Justicia (PiS), apoyado por cinco formaciones menores, no ha conseguido
el suficiente número de parlamentarios para asegurar su continuidad en el
gobierno. Ha obtenido 195, pero se necesitan 231 votos en el Parlamento para
alcanzar la mayoría. Ni siquiera le bastaría el apoyo de los 15 obtenidos por Konfederacja
(Confederación), aún más ultras que el PiS, pero de sesgo libertario y
reticentes a una alianza poselectoral (1).
La crisis económica derivada de
la pandemia y la guerra de Ucrania ha debilitado el apoyo de que gozaban estos
ultranacionalistas en la última década. El intento de acompañar las elecciones
con unos referéndums sobre restricción de la inmigración y otros asuntos
sociales para movilizar a su electorado ha resultado fallido: las consultas no
han logrado la participación requerida (2).
El PiS ha ejercido un poder
político rayano en lo absoluto en los últimos ocho años. No ha tenido problemas
en ignorar la división de poderes, controlar el poder judicial, atentar contra
la independencia de los medios, restringir los derechos de las mujeres y las minorías
y practicar el victimismo nacionalista contra sus vecinos alemán y ruso casi a
partes iguales. También ha sido objeto preferente de sus arremetidas el aparato
comunitario de Bruselas y, por extensión, cualquier socio europeo que criticara
sus políticas populistas, ultranacionalistas y xenófobas.
El futuro político en Polonia no
está del todo claro. El principal dirigente de la actual oposición, Donald Tusk,
lidera la Coalición cívica, que refuerza su partido (Plataforma Cívica) con otros
grupos liberales y ecologistas menores hasta alcanzar 157 diputados. Tiene que
forjar un acuerdo de gobierno con los liberales europeístas y los agrarios del
veterano Partido Campesino, reunidos en la coalición Tercera Vía, que
suma 65. Pero aún no sería suficiente. Necesita añadir el apoyo de una tercera alianza,
Lewica, (Izquierda), una amalgama de socialdemócratas, laboristas, socialistas
y progresistas, que le aportarían 26 diputados. En total, alcanzaría 248 diputados,
una mayoría holgada (3).
Por lo tanto, el cambio efectivo
en Polonia descansaría no ya en un tripartito, sino en un multipartito
articulado en tres coaliciones: una especie de mecano político de complicada
gestión. Estaríamos ante una especie de frente antinacionalista o una versión
barroca de ese consenso centrista que ha dominado la política europea
durante décadas. Ironías de la vida, viene a resucitar en el país menos
pensado hasta hace sólo unos días. Desde luego, en esas formaciones hay una
motivación poderosa para confluir: el empeño compartido de enviar al PiS a la
oposición.
Si eso al final ocurre, no hay
duda de que el partido ultraconservador activará las palancas institucionales y
sociales que ha ido construyendo en estos ocho últimos años. Ya lo advirtió de
forma alambicada el propio Kaczynski la noche del domingo: “seremos
importantes, en el poder o en la oposición”. El PiS podría tener otra baza más
para bloquear la demolición de su modelo ultranacionalista. El Presidente de la
República, Andrzej Duda, que fue promovido por el partido de Kaczynski, podría
interponer su derecho de voto en iniciativas legislativas de la nueva coalición
gobernante, si considera que ponen en peligro lo que él considera como elementos
básicos de la identidad nacional (4).
REPERCUSIÓN EN EUROPA
En el arco iris político del
Parlamento de Estrasburgo, el PIS se encuadró en el Grupo de Europeos
Conservadores y Reformistas, junto a los tories británicos (antes del Brexit
efectivo), los neofascistas Fratelli de Italia y los ultras españoles de
VOX, entre otros. De las dos ramas en que se divide la extrema derecha en la
Asamblea Europea, el PiS optó por la más convencional, la más conservadora en
términos sociales y culturales. Pero sobre todo la más furiosamente antirrusa.
A estos polacos ultramontanos, las veleidades de la francesa Le Pen o del
italiano Salvini con el Kremlin les producían náuseas. La Historia es también
un arma rentable.
La cohabitación durante años con
el Partido Conservador británico fue puramente pragmática. Les unía el rechazo
de la “burocracia de Bruselas” y una visión más nacionalista del proyecto
europeo. Los tories terminaron por dar el portazo, pero sus colegas
polacos no se podían permitir ese lujo porque necesitan el apoyo económico
europeo para afrontar una interminable reconversión de su atrasada economía.
Hasta hace sólo unos meses, el
dominio del PIS en Polonia parecía asegurado. La mayoría de los observadores
consideraban que su salud política era similar a la del FIDESZ húngaro del
demagogo Orbán, con quien mantienen una celosa alianza no formal. Y ello,
porque el patrón húngaro ha vivaqueado durante años en los grupos liberal,
primero, y popular, después, hasta que éste último se vio obligado a expulsarlo,
tras innumerables desplantes. Hoy se encuentra en el limbo de los No
Inscritos, donde se ubican aquellos a los que no quiere nadie, por así
decirlo.
Las continuas amonestaciones de
Bruselas a los gobiernos polaco y húngaro por sus afrentas al Estado de Derecho
liberal no fueron suficientes para forzar una rectificación. Al final, el
ejecutivo comunitario decidió retener el dinero de los fondos de recuperación postpandemia
que les corresponde recibir a Varsovia y Budapest como arma de presión. Un
gobierno de Donald Tusk colocaría de nuevo a Polonia en la corriente
comunitaria y le permitiría recibir por fin el dinero concedido (más de 35.000
millones de euros. Sin duda, esa expectativa ha pesado en el electorado polaco,
habitualmente escéptico o poco entusiasta con el proyecto europeo.
Si al final el PiS es desalojado
del poder, el viejo Kaczynski, líder incombustible del partido pero no jefe del
gobierno, deberá lamentar este giro amargo de la fortuna. Su principal socia
europea, la italiana Giorgia Meloni, lleva tiempo fraguando con los
democristianos alemanes un tipo de pacto entre los grupos Conservador y Popular
ante las elecciones europeas del año próximo.
Los populares españoles también
participaban del empeño, avalados por la experiencia de los acuerdos regionales
de gobernabilidad entre el PP y VOX. Pero España no el único país donde se ha testado
esa pasarela política entre la derecha conservadora-liberal y la ultraderecha.
El debilitamiento socialdemócrata en el norte de Europa ha favorecido recientemente
esta cooperación en Suecia y Finlandia (5).
Otros líderes de la derecha o del
centro-derecha europeos no respaldan este pacto fáustico con los retrógrados
polacos. Después de todo, Donald Tusk, el líder de Plataforma Cívica, pertenece
al Grupo Popular. En su condición de adversario principal del PiS se oponía de
forma rotunda a blanquear a un partido al que quería derrotar en su país. La
hostilidad política ha tenido un gusto agrío: el PiS descalifica a Tusk como
“marioneta de Alemania”.
EL FACTOR ALEMÁN
Este juego del caliente y el frío
de los de los democristianos alemanes con el PiS tiene raíces antiguas pero
también ramas verdes. Los conservadores alemanes, tanto los católicos bávaros
como los protestantes renanos u orientales, comparten la veta cristiana con los
representantes más férreos del catolicismo polaco.
A esta afinidad ideológico-religiosa
se añade ahora la presión de una posible necesidad. El auge impresionante de
los nacionalistas xenófobos de Alternativa por
Alemania (AfD) puede alterar el mapa de las alianzas políticas germanas.
Para volver al gobierno federal, a los democristianos de la CDU y la CSU quizás
no les sea suficiente el respaldo de los liberales, si es que éstos deciden cambiar
nuevamente de caballo. Precisan de un apoyo más numeroso y más sólido, que
tendría además la virtualidad de ampliar el ámbito de penetración territorial
(6).
AfD se presenta como un socio
potencial estratégico, porque es más que probable que conquiste la hegemonía en
los länder de la desaparecida RDA en las elecciones regionales de los
próximos meses. El cordón sanitario a la extrema derecha está a punto de
saltar, y quizás para siempre. Los líderes democristianos actuales, el federal
Merz, el bávaro Söder y el europeo Weber no comparten la repugnancia de Angel
Merkel hacia la AfD. La Presidenta de la
Comisión, Ursula von der Leyen, que aspira a otro mandato en el cargo, ha hecho
también esfuerzos visibles en esta cooperación de las derechas. Llamativo fue
su polémico viaje a Túnez en compañía de Giorgia Meloni, este, para negociar otro
discutible y discutido pacto para frenar la emigración. La línea
Varsovia-Berlín-Bruselas-Roma se había dibujado en el horizonte europeo (7).
Este nuevo panorama, de
confirmarse el cambio efectivo de gobierno en Polonia, alterará los planes de
la configuración conservadora en la UE. Que no pueda gobernar en su país no
debe necesariamente impedir que el PiS sea el partido polaco que más diputados
aporte a la Eurocámara en las elecciones de mayo. Y es imposible saber si sus
votos serán o no decisivos. Si Tusk gobernara entonces en Varsovia y Kaczynski
practicara esa oposición virulenta que se presume, sería difícil una
confluencia de los grupos Popular y Conservador, por mucho que Von der Leyen, Meloni,
Feijóo y Abascal apuesten en su favor. Los socios preferentes de Tusk son
liberales afectos a Renovación, el grupo dominado por los aliados de
Macron, contrario hasta ahora a cualquier acercamiento a la extrema derecha.
NOTAS
(1) “How
Konfederacja became Poland’s kingmaker”. MATEUSZ MAZZINI. FOREIGN POLICY, 12
de octubre.
(2) “What is
at stake in Poland”. ANNA
GRZYMALA-BUSSA. BROOKINGS, 3 de octubre.
(3) “Donald
Tusk claims victory based on coalition hopes”. SHAUN WALKER. THE GUARDIAN,
15 de octubre; “After election, Poland may turn the illiberal tide”. ISHAAN
THAROOR. THE WASHINGTON POST, 17 de octubre.
(4) “L’alternance
en Pologne, une bonne nouvelle pour l’Europe”. LE MONDE (Editorial), 17 de octubre.
(5) “Will Europe’s center-right parties accept
defeat or sell theirs souls to the hard right?”. PAUL TAYLOR. THE GUARDIAN,
23 de agosto.
(6) “Germany’s new normal? The surging
far-right AfD party is upending the country’s politics”. LIANA FIX y
CONSTANZE STELZENMÜLLER. FOREIGN AFFAIRS, 10 de octubre.
(7) “Ursula von der Leyen donne
ses gages à la droite”. LE MONDE, 13 de septiembre.
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