8 de mayo de 2024
A un mes de las elecciones
europeas, la campaña está dominada por una preocupación principal: frenar el
auge presentido de la extrema derecha. No es novedad: ese ha sido el ánimo recurrente en
las anteriores citas electorales. Con resultado desigual. Este año las
perspectivas son peores.
Lo que la mayoría de los
medios y los políticos del consenso centrista denominan “extrema derecha”
se trata, en puridad, de formaciones nacionalistas de sesgo identitario, aglutinadas
por un rechazo visceral e irracional de la inmigración, maceradas en un patriotismo
artificial construido sobre símbolos más que sobre realidades y la resistencia feroz
frente al avance de derechos y libertades relacionadas con la identidad de
género, la igualdad racial o la flexibilidad de las relaciones sociales e
individuales (1).
LA DIVISIÓN ULTRA
Pero no hay una
extrema derecha, sino varias, rivales más que cooperantes, con estrategias diferentes
e incluso opuestas. Esta división les ha impedido alcanzar posiciones de
dominio en Europa. Durante años, algunos de sus líderes han tratado de acercar
posiciones, de eliminar esas brechas de discordia. En ello están todavía.
Básicamente, hay dos grupos:
los identitarios que desean subvertir el equilibrio político en sus
respectivos países y lograr así un cambio de rumbo radical en todo el
continente; y los ultraconservadores que pretenden encauzar las
políticas liberales de los partidos dominantes autodenominados de centro-derecha
para afianzar la orientación nacionalista. Los primeros son rompedores,
por haber recorrido un largo camino desde la marginalidad; los segundos son
escisiones o derivaciones de partidos que se ha ido templando, al menos en sus
discursos.
El grupo de los identitarios
está liderado por formaciones de los tres principales países de la Unión (en población
y riqueza): en Francia, el Reagrupamiento (antes Frente) Nacional;
en Alemania, Alternativa por Alemania, confluencia de distintas corrientes
xenófobas; y en Italia, la Lega (en origen partido regional nordista con
veleidades independistas, pero hoy con vocación estatal). Esta triada encabeza
una legión de partidos, con especial ímpetu en el ámbito nórdico, donde el
modelo socialdemócrata es ya casi irreconocible , y en la Centroeuropa excomunista.
El grupo ultraconservador tiene
nuevo comandante, en la figura de la neofascista italiana Giorgia Meloni, líder
de los Fratelli (Hermanos), que con una mano aparta la herencia mussoliniana
y con la otra la retiene detrás de su espalda. Es la más exitosa de sus
compañeros de viaje ultra, la única que ha alcanzado el poder, tras una larga y
paciente carrera, en la que han ayudado la impericia de sus socios de la
Lega, pero sobre la disfuncionalidad del sistema político italiano, que
arrastra tres décadas de crisis.
Otro factor ha favorecido la
elevación de Meloni: el Brexit. Con la presencia del Reino Unido en Europa, el
Partido Conservador era el líder indiscutible de esta facción nacionalista, no
tanto por identificación ideológica cuanto por rechazo del europeísmo del
Partido Popular Europeo, su socio natural. Ciertamente, la derechización
de los tories eliminaba cualquier incomodidad en su maridaje con la
ultraderecha. En el pilotaje de este grupo de partidos ultraconservadores, los
polacos de Ley y Justicia secundaban a los tories en un visión
nacionalista rancia y virulentamente aversiva del proyecto unificador europeo.
EL FACTOR RUSIA
Pero quizás el factor que
más ha obstaculizado la confluencia de las ultraderechas en estos años ha sido
su posición divergente ante el mayor poder europeo extracomunitario: Rusia. Los
identitarios no han dudado en cooperar e incluso en dejarse apoyar y financiar
por el Kremlin; los ultraconservadores han mantenido su férrea posición
antirrusa, otrora anticomunista, como su principal seña de identidad.
No obstante, la guerra de
Ucrania ha alterado esta escisión. La dinámica antirrusa ha sacudido el grupo
identitario. Mientras las huestes de Marie Le Pen hace tiempo que iniciaron un
notable distanciamiento, los alemanes xenófobos se resisten a abandonar a sus
patrocinadores del Este. La tensión entre el RN y la AfD es ya patente. No está
claro que el grupo ID (Identidad y Democracia) se replique en el Parlamento que
salga de las elecciones de junio.
Los ultraconservadores han
aprovechado la toxicidad rusa para asaltar la posición hegemónica. En este
empeño han sido muy estimulados por los sectores más conservadores del Partido
Popular europeo, con la rama bávara de la CDU a la cabeza (2). Se trata, en
realidad, de un movimiento que viene de lejos. El estrechamiento de las
mayorías en muchos países ha obligado a acuerdos de colaboración cuando no de
coalición entre derecha y ultraderecha. Se ha desdiabolizado a la extrema derecha cuando ha convenido. La
división en ese campo ultra ha ayudado en la maniobra política: se intenta
vender ahora que la ultraderecha realmente peligrosa es la prorrusa, o la que
no es claramente antirrusa; la otra, se dice, es más razonable: no deja de ser
cuña de la misma madera conservadora.
En realidad, todos estos
discursos son propagandísticos y oportunistas. Lo que determina las alianzas,
en el grado que sea, son las perspectivas de poder. Lo que la derecha
autodenominada centrista ha hecho es adoptar parte del programa y de las
políticas ultras y blanquearlas, convertirlas en herramientas eficaces de
gobierno para aplacar los miedos y ansiedades de una población asustada y
confundida.
En la ultraderecha conservadora
de Meloni, el brillo del del poder es lo
que ha iluminado la oscuridad de sus planteamientos políticos, como ha saludado
esa biblia mediática liberal que es THE ECONOMIST (3). ¿Moderación o simple conducta
de adaptación aparente y oportunista? Es
un juego simultáneo: la derecha que se autodenomina centrista se aprovecha de
la representación parlamentaria de esta fracción, en otros tiempos levantisca y
vocinglera, para asegurar mayorías, a cambio de una participación reducida en los
gobiernos. La pareja emblemática la
han formado Ursula von der Layen y Giorgia Meloni. El plan compartido de
encauzamiento de la migración exhibido durante su viaje a Túnez del pasado año
es sólo un ejemplo. El otro protagonista de esta ecuación es el líder de los
populares europeos, el bávaro Weber, representante de la facción más derechista
de los democristianos alemanes. La versión española es la conexión PP-VOX,
ejemplo inmejorable de la metáfora del tronco y la rama.
En todo caso, el relato
antirruso en Europa parece eficaz. La duda es si será suficiente. Marine Le Pen
se desmarcó hace tiempo del Kremlin, con notable éxito. Su delfín, Jordan Bardela,
encabeza la lista del RN en las europeas, con distancia que parece insalvable
sobre la padrinada por Macron (4) El partido del Presidente (su cambio
constante de nombre afianza el personalismo de su identidad política) se ha convertido
en el “partido de la guerra”.
La propuesta principal de Renew
Europe es la creación de un fondo de defensa europea dotado con 100.000
millones de euros para construir una “autonomía estratégica” frente a Rusia, libre
de la dependencia americana (5). Antes de presentar el programa, Macron había preparado
el terreno con otra de sus declaraciones dramáticas sobre la realidad continental
e internacional; en esta ocasión, evocó la posibilidad cierta de la “desaparición”
de la civilización europea, si no se actuaba rápida y decididamente. Recuérdese
su diagnóstico previo sobre la “muerte cerebral de la OTAN”, antes de la guerra
de Ucrania, o la incorporación de tropas europeas en el apoyo bélico a Kiev, ahora
que Rusia afianza sus posiciones. La
última asonada macroniana ha sido eludida con elegancia obligada por sus socios europeos.
Alemania está tratando de
reparar daños de su vinculación energética con Moscú y, aunque se apunta al
discurso del refuerzo de las capacidades defensivas, remolonea a la hora de
rascarse el bolsillo. El Zeitewende (cambio de época) del Canciller
Scholz, proclamado pocas semanas después del inicio de la invasión de Ucrania,
se ha ido atemperando. Berlín sigue siendo evasivo ante las presiones de escalada
bélica con Moscú. Rusia ha anunciado maniobras militares con armas nucleares
tácticas en la frontera sur con Ucrania en respuesta a las declaraciones de
Macron y al permiso de Londres para que Kiev utilice el armamento británico
recibido para castigar posiciones en territorio ruso. Estos ejercicios no son una
novedad, pero Moscú se abstenía de hacerlos públicos (6). Alardes bélicos, todos
ellos, que no gustan un pelo en Berlín.
La ultra Alternativ für
Deutschland duda sobre si seguir los pasos de Marine Le Pen. No tiene
tantos alicientes como la dirigente francesa. El cordón sanitario germano aun es
tenso y fuerte. Aunque las encuestas predicen que AfD puede convertirse en el
segundo partido nacional en las elecciones del año que viene, la dependencia
rusa es aún notable, según la Inteligencia alemana y parecen corroborar algunas investigaciones
periodísticas como la de DER SPIEGEL (7).
LA SOMBRA DE CHINA
Pero, atención, porque si la
influencia rusa es superable, quizás no lo sea tanto la de China. En la AfD, la
sombra de Pekín empieza a desplazar a la de Moscú. Es más poderosa, más paciente
y más sibilina. No se trata ya una chequera sea más o menos generosa, sino de
una fortaleza propia de una superpotencia económica.
Lo tiene en mente Macron,
que ha aprovechado el 60º aniversario de las relaciones diplomáticas
bilaterales para agasajar al Presidente Xi Jinping, con un doble objetivo: que el
capitalismo de Estado chino deje respirar a la sofocada economía europea y que
Pekín deje de alimentar indirectamente la maquinaria bélica del Kremlin. Macron
ha invitado a Von der Leyen a la cumbre para afianzar su visión de líder
europeo (pretendidamente indisputable). En el encuentro del Eliseo (y su
apéndice más íntimo de los Pirineos) ha habido un tercer empeño menos visible:
que el ejército de la sombras chino abandone el patrocinio de las formaciones
ultras. Imposible saber, de momento, si ha habido algún tipo de acercamiento.
En este tiempo de zozobras
económicas y desasosiegos sociales internos, de impotencia diplomática en
Oriente Medio (división escandalosa ante el escarnio de Gaza), de humillación
en África y de creciente irrelevancia estratégica global, el espacio de
oscuridades europeas no deja de crecer. Y no está atizado solamente por la
extrema derecha.
NOTAS
(1) “Les obsessions
antimigrants, antiwoke, anti-écolo des partis d’extrême droite européens”. LE
MONDE, 1 mayo.
(2) “Extrême droite. Au Parlament
européen, les grandes manoeuvres ont comencé”. LE MONDE, 7 febrero.
(3) “Giorgia Meloni’s not- so-scary right wing
government”. THE ECONOMIST, 24 enero.
(4) “European Parliament elections tracker. Who is
leading the polls. THE ECONOMIST, 2 mayo.
(5) “Elections europeénnes;
le camp Macron presente un programme de 48 propositions et une liste dominée
par les sortants”. LE
MONDE, 7 mayo.
(6) “Russia threatens UK military and orders nuclear
drills after ‘provocation’”. THE GUARDIAN,
6 mayo; “Russia to hold drills on tactical nuclear weapons in new
tensions with West”. THE NEW YORK TIMES, 6 mayo.
(7) “The Alternative against Germany. How the AfD
became the long arm of Russia and China.” DER SPIEGEL, 1 mayo.
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